Vacilaciones
sobre el amor
Es
ley del mundo que la ilusión se acabe, que el amor se desvanezca, que todo
pase.
Manuel Payno, Memorias sobre el
matrimonio
¿Quién
no ha pensado en el amor?, cuando era niña muchas veces me pregunté qué
sentiría cuando ese sentimiento me invadiera; aún no logro esclarecer esa duda.
Leía en un texto de primaria la historia de dos jóvenes enamorados, que, por culpa
de un tercero, eran separados; cómo sufrí. El amor parecía la cosa más sublime.
La novela Como agua para Chocolate (1989),
de la escritora mexicana Laura Esquivel, era
uno de mis escritos predilectos, parecía que me alegraba lloriquear cada vez
que llegaba a las líneas donde Pedro le dice a Tita: —El amor no se piensa, se siente o no se siente—. Inclusive, el escritor ruso,
Isaac Asimov, se preguntaría ¿Qué es esa
cosa llamada amor? (1990), donde, desde el punto de vista de la ciencia
ficción y a voz de unos extraterrestres:
"—La
traducción más aproximada de nuestros relampagueos es “chico juguetón”. La
criatura […] sólo está interesada en la cooperación de las formas y la
investiga por doquier con una intensidad sistemática […], he hallado ejemplos
de cooperación […]. Se quitan las pieles por la fuerza. Por un segundo él
sintió la tibia firmeza de sus senos casi desnudos contra su mejilla".[1]
Los
relampagueos son el sinónimo de la excitación, en donde ‘chico juguetón’ es una
revista sobre extraterrestres donde las chicas tienen sexo con los ya
mencionados o son observadas por los mismos. Para el alienígena, la forma en la
que el humano se reproduce, eso a lo que llama amor, es un acto asqueroso.
El amor no sólo es planteado en libros
contemporáneos; en los Diálogos Socráticos,
de forma específica, en el Banquete
(380 a. C.), se hacen una serie de referencias y de opiniones acerca de este
sentimiento. Retomemos una, la de Pausanias, el cual plantea que:
"Si
Venus fuese una, uno sería también el Amor; mas, puesto que Venus es dos,
tendrá que haber dos amores […], una es la antigua y venerada, no nacida de
madre, hija del Cielo, que por esto la llamamos celestial; la otra, más reciente, es hija de Júpiter y de Diona, y
la denominamos popular".[2]
En
el cuento, La Sonata a Kreutzer (1889), del escritor ruso, Lev Nikoláievich
Tolstói, el amor, a razón de Posdnichev, “no existe”[3] es sólo una cortina que se
utiliza para esconder tras de sí las verdaderas intenciones de una sociedad
preocupada por formar mujeres insulsas, utilizando artimañas para que un hombre
pueda solventar sus lujos; para ser una prostituta con papeles y con el
beneficio de ser llamada señora; el matrimonio es llevado a cabo sin amor.
Vasia[4], al mencionar que el amor
no existe, estaba un poco equivocado, ya que, cuando la historia toma su rumbo,
y mientras él mismo nos confiesa que la humanidad
fue quien, con sus reglas, lo incitó a llevar una vida desordenada durante su
juventud, llena de lujuria y de mujeres, se nota el acercamiento que ha
adquirido en torno al conocimiento de sí mismo, hacia la contemplación de su
esencia. De forma lamentable, sigue las reglas, se casa, porque era normal
conseguir una señorita aristócrata que se preocupase por las modas del momento.
En ese tenor, el amor que acompaña a Posdnichev es la Venus popular
Si nuestro personaje hubiera encontrado a
tiempo la respuesta de sus dudas y de sus dolores de cabeza, jamás creeríamos
lo que pasó luego de sus esponsales y nunca que, al enloquecer a causa de las
reglas aristocráticas, llegaría a asesinar a la que fue su compañera. Si su guía
hubiese sido la Venus celestial, en
su lozanía estaría ausente la pasión sexual que, “bajo cualquier forma, es un
mal terrible”[5].
Estimar el alma, el conocimiento, eso que hace único al hombre; lo sexual se
suprime, la belleza se acaba, pero el conocimiento crece, aumenta cuanto más lo
queramos; la juventud no vuelve.
La realidad planteada en La Sonata a Kreutzer, no radica en describir
la miseria material, sino la miseria del alma, una escasez en tanto a ser, ya
que los valores son sobajados, “los gobiernos […], fomentan el vicio, es decir,
legalizan las actividades de toda una clase de mujeres destinadas a la
perdición corporal”[6].
En la novela del mismo autor, Tolstói, Resurrección
(1899), el personaje de Máslova es una mujer pública que tras días arduos de
trabajo, “al final de cada semana, la visita impuesta por las leyes a las
oficinas de policía; una verdadera exposición […] en la que los empleados se
divertían humillando el sentimiento íntimo de pudor que la naturaleza ha dado”[7]. En todo ser, en toda
esencia, hay una dualidad; moral-inmoral, inteligente-estulto, blanco-negro,
fuerte-débil.
La
Sonata de Beethoven y La Sonata de Tolstói
Cuando
se lee La Sonata a Kreutzer, ¿qué
viene a la memoria? El cuento del escritor toma su nombre de la sonata para
violín y piano, publicada en 1802, del compositor Ludwin van Beethoven, de la
que cabe rescatar que tiene dicha denominación por el violinista Rodolphe
Kreutzer, el cual, jamás la ejecutó. En la ya mencionada composición, son
notables los cambios de ritmo, comienza con fuerza, le prosiguen una serie de
sonidos más apacibles, enternecedores; de forma posterior predomina la alegría,
así transcurre en treinta y siete minutos treinta y dos segundos.
En la sonata de Tolstói, los sentimientos
son cambiantes, volubles; es una obra imposible de abandonar. El personaje,
cuya conciencia nos devela, nos envuelve en su desesperación, la cual va
acompañada de pensamientos certeros. Primero, leemos que hay un hombre dando
opiniones reflexionadas sobre el amor. Para ello, ha vivido en unión, ha
sufrido: “durante todo el periodo de mi matrimonio, jamás cesé de sufrir las
torturas de los celos”[8].
Yuxtapuesta
a esa sensación, se encuentra la reconciliación; hipocresía mundana que reluce
“bajo el influjo de ese sentimiento, que llamábamos amor”[9]. Vasia, antes de llegar a
su hogar y cometer el crimen, expresa angustia, temor, enojo, odio; dentro de
la casa, actúa con cautela, se quita los zapatos, encuentra a su mujer y le
entierra el cuchillo. No siente compasión. Una vez más, la sensación del
devenir de las olas, sentimientos que van y vienen.
La Sonata a Kreutzer de Beethoven, sin
conocimiento y pasión hacia el arte, puede ser simple melodía destinada a un
vano placer; la mujer, en el cuento, como ya ha sido mencionado, es un objeto
de mercadería. De ahí la necesidad de esa Venus celestial. El amor pasional
es un sentimiento como la tristeza, el dolor, la alegría, el odio, y, pensemos,
que la sensación es pasajera, es cambiante. Así es el amor.
Aun así, no puedo comprender, qué es.
Quizás es la justificación del acto por el que llegamos a la reproducción.
Probablemente es el pretexto para el himeneo. Quizás es sólo una salida para
escribir un ensayo.
Bibliografía
ASIMOV,
Isaac, ¿Qué es esa cosa llamada amor?,
Cuentos completos I, Ediciones B, Barcelona, primera edición, 2009, p.p.
816.
PLATÓN,
Banquete, Diálogos Socráticos, editorial Cumbre, México, decimotercera
edición, 1979, p.p. 379.
TOLSTÓI,
León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y
Cuentos, editorial Océano de México, España, p.p. 363.
TOLSTÓI, León, Resurrección, editorial Cumbre, México,
sexta edición, 1968, p.p. 401.
Dalia Karina Gutiérrez Trejo
10mo Semestre T.M.
[1]
ASIMOV, Isaac, ¿Qué es esa cosa llamada
amor?, Cuentos completos I, Ediciones B, Barcelona, primera edición, 2009,
p.p. 780, 781.
[2] Platón, Banquete, Diálogos
Socráticos, editorial Cumbre, México, decimotercera edición, 1979, p. 268.
[3] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos,
editorial Océano de México, España, p. 222.
[5] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de
México, España, p. 242.
[6] Ibid., p. 292.
[7] TOLSTÓI, León, Resurrección, editorial Cumbre, México, sexta edición, 1968, p. 20.
[8] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de
México, España, p. 250.
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