Adolf Wölfi

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Pintura perteneciente a Adolf Wölfi

sábado, 4 de marzo de 2017

Vacilaciones sobre el amor

Vacilaciones sobre el amor


       Es ley del mundo que la ilusión se acabe, que el amor se desvanezca, que todo pase.
                                                                     Manuel Payno, Memorias sobre el matrimonio


¿Quién no ha pensado en el amor?, cuando era niña muchas veces me pregunté qué sentiría cuando ese sentimiento me invadiera; aún no logro esclarecer esa duda. Leía en un texto de primaria la historia de dos jóvenes enamorados, que, por culpa de un tercero, eran separados; cómo sufrí. El amor parecía la cosa más sublime. La novela Como agua para Chocolate (1989), de la escritora mexicana Laura Esquivel, era uno de mis escritos predilectos, parecía que me alegraba lloriquear cada vez que llegaba a las líneas donde Pedro le dice a Tita: El amor no se piensa, se siente o no se siente. Inclusive, el escritor ruso, Isaac Asimov, se preguntaría ¿Qué es esa cosa llamada amor? (1990), donde, desde el punto de vista de la ciencia ficción y a voz de unos extraterrestres: 

"—La traducción más aproximada de nuestros relampagueos es “chico juguetón”. La criatura […] sólo está interesada en la cooperación de las formas y la investiga por doquier con una intensidad sistemática […], he hallado ejemplos de cooperación […]. Se quitan las pieles por la fuerza. Por un segundo él sintió la tibia firmeza de sus senos casi desnudos contra su mejilla".[1]
Los relampagueos son el sinónimo de la excitación, en donde ‘chico juguetón’ es una revista sobre extraterrestres donde las chicas tienen sexo con los ya mencionados o son observadas por los mismos. Para el alienígena, la forma en la que el humano se reproduce, eso a lo que llama amor, es un acto asqueroso.
El amor no sólo es planteado en libros contemporáneos; en los Diálogos Socráticos, de forma específica, en el Banquete (380 a. C.), se hacen una serie de referencias y de opiniones acerca de este sentimiento. Retomemos una, la de Pausanias, el cual plantea que:


"Si Venus fuese una, uno sería también el Amor; mas, puesto que Venus es dos, tendrá que haber dos amores […], una es la antigua y venerada, no nacida de madre, hija del Cielo, que por esto la llamamos celestial; la otra, más reciente, es hija de Júpiter y de Diona, y la denominamos popular".[2]
En el cuento, La Sonata a Kreutzer (1889), del escritor ruso, Lev Nikoláievich Tolstói, el amor, a razón de Posdnichev, “no existe”[3] es sólo una cortina que se utiliza para esconder tras de sí las verdaderas intenciones de una sociedad preocupada por formar mujeres insulsas, utilizando artimañas para que un hombre pueda solventar sus lujos; para ser una prostituta con papeles y con el beneficio de ser llamada señora; el matrimonio es llevado a cabo sin amor.
Vasia[4], al mencionar que el amor no existe, estaba un poco equivocado, ya que, cuando la historia toma su rumbo, y  mientras él mismo nos confiesa que la humanidad fue quien, con sus reglas, lo incitó a llevar una vida desordenada durante su juventud, llena de lujuria y de mujeres, se nota el acercamiento que ha adquirido en torno al conocimiento de sí mismo, hacia la contemplación de su esencia. De forma lamentable, sigue las reglas, se casa, porque era normal conseguir una señorita aristócrata que se preocupase por las modas del momento. En ese tenor, el amor que acompaña a Posdnichev es la Venus popular
Si nuestro personaje hubiera encontrado a tiempo la respuesta de sus dudas y de sus dolores de cabeza, jamás creeríamos lo que pasó luego de sus esponsales y nunca que, al enloquecer a causa de las reglas aristocráticas, llegaría a asesinar a la que fue su compañera. Si su guía hubiese sido la Venus celestial, en su lozanía estaría ausente la pasión sexual que, “bajo cualquier forma, es un mal terrible”[5]. Estimar el alma, el conocimiento, eso que hace único al hombre; lo sexual se suprime, la belleza se acaba, pero el conocimiento crece, aumenta cuanto más lo queramos; la juventud no vuelve.
La realidad planteada en La Sonata a Kreutzer, no radica en describir la miseria material, sino la miseria del alma, una escasez en tanto a ser, ya que los valores son sobajados, “los gobiernos […], fomentan el vicio, es decir, legalizan las actividades de toda una clase de mujeres destinadas a la perdición corporal”[6]. En la novela del mismo autor, Tolstói, Resurrección (1899), el personaje de Máslova es una mujer pública que tras días arduos de trabajo, “al final de cada semana, la visita impuesta por las leyes a las oficinas de policía; una verdadera exposición […] en la que los empleados se divertían humillando el sentimiento íntimo de pudor que la naturaleza ha dado”[7]. En todo ser, en toda esencia, hay una dualidad; moral-inmoral, inteligente-estulto, blanco-negro, fuerte-débil.


La Sonata de Beethoven y La Sonata de Tolstói
Cuando se lee La Sonata a Kreutzer, ¿qué viene a la memoria? El cuento del escritor toma su nombre de la sonata para violín y piano, publicada en 1802, del compositor Ludwin van Beethoven, de la que cabe rescatar que tiene dicha denominación por el violinista Rodolphe Kreutzer, el cual, jamás la ejecutó. En la ya mencionada composición, son notables los cambios de ritmo, comienza con fuerza, le prosiguen una serie de sonidos más apacibles, enternecedores; de forma posterior predomina la alegría, así transcurre en treinta y siete minutos treinta y dos segundos.
En la sonata de Tolstói, los sentimientos son cambiantes, volubles; es una obra imposible de abandonar. El personaje, cuya conciencia nos devela, nos envuelve en su desesperación, la cual va acompañada de pensamientos certeros. Primero, leemos que hay un hombre dando opiniones reflexionadas sobre el amor. Para ello, ha vivido en unión, ha sufrido: “durante todo el periodo de mi matrimonio, jamás cesé de sufrir las torturas de los celos”[8].
 Yuxtapuesta a esa sensación, se encuentra la reconciliación; hipocresía mundana que reluce “bajo el influjo de ese sentimiento, que llamábamos amor”[9]. Vasia, antes de llegar a su hogar y cometer el crimen, expresa angustia, temor, enojo, odio; dentro de la casa, actúa con cautela, se quita los zapatos, encuentra a su mujer y le entierra el cuchillo. No siente compasión. Una vez más, la sensación del devenir de las olas, sentimientos que van y vienen. 
La Sonata a Kreutzer de Beethoven, sin conocimiento y pasión hacia el arte, puede ser simple melodía destinada a un vano placer; la mujer, en el cuento, como ya ha sido mencionado, es un objeto de mercadería. De ahí la necesidad de esa Venus celestial.  El amor pasional es un sentimiento como la tristeza, el dolor, la alegría, el odio, y, pensemos, que la sensación es pasajera, es cambiante. Así es el amor.
Aun así, no puedo comprender, qué es. Quizás es la justificación del acto por el que llegamos a la reproducción. Probablemente es el pretexto para el himeneo. Quizás es sólo una salida para escribir un ensayo.

Bibliografía
ASIMOV, Isaac, ¿Qué es esa cosa llamada amor?, Cuentos completos I, Ediciones B, Barcelona, primera edición, 2009, p.p. 816.
PLATÓN, Banquete, Diálogos Socráticos, editorial Cumbre, México, decimotercera edición, 1979,  p.p. 379.
TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de México, España, p.p. 363.
TOLSTÓI, León, Resurrección, editorial Cumbre, México, sexta edición, 1968, p.p. 401.

 Dalia Karina Gutiérrez Trejo
10mo Semestre T.M.





[1] ASIMOV, Isaac, ¿Qué es esa cosa llamada amor?, Cuentos completos I, Ediciones B, Barcelona, primera edición, 2009, p.p. 780, 781.
[2] Platón, Banquete, Diálogos Socráticos, editorial Cumbre, México, decimotercera edición, 1979,  p. 268.
[3] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de México, España, p. 222.
[4] Es la forma en la que Posdnichev era llamado por su esposa.
[5] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de México, España, p. 242.
[6] Ibid., p. 292.
[7] TOLSTÓI, León, Resurrección, editorial Cumbre, México, sexta edición, 1968, p. 20.
[8] TOLSTÓI, León, La Sonata a Kreutzer, Novelas y Cuentos, editorial Océano de México, España, p. 250.
[9] Ibid., p. 272.

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