Adolf Wölfi

Adolf Wölfi
Pintura perteneciente a Adolf Wölfi

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Indagando acerca del bien y del mal



Indagando acerca del bien y del mal en El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde


El mundo no se divide entre buenas personas y mortífagos.
Todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior.
Lo que importa son los caminos que tomamos.

                     J.K. Rowling, Harry Potter y la Orden del Fénix


Al hablar de dualidad no necesariamente se hace referencia a los opuestos. Esto lo debemos tener claro, porque pensar que todo está forzado a una contraposición nos limita, nos encasilla en formular divisiones infinitas entre una cosa y otra. Se puede decir, por ejemplo, que lo claro no se contrapone a lo oscuro, sino que, sin esa ausencia de color no existiría lo oscuro. Por lo tanto, cuando hablamos de dualidad también hablamos de complementos. El punto está en que las dos partes haya un equilibrio, que nada se sobreponga. También es necesario resaltar que existen diferentes tipos de dualidades, así como concepciones diferentes de ésta, entre una cultura y otra. La dualidad a la que se hará referencia más adelante, es a la que existe entre el bien y el mal.
     En El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde Stevenson nos presenta un tema que a simple vista es obvio; un retrato del bien y el mal. Esa dualidad que aqueja a la humanidad desde hace siglos, la que muchas veces hemos visto ridiculizada con la imagen de un ángel y un demonio en miniatura sobre nuestros hombros susurrando qué hacer ante un momento de angustia: la dicotomía entre lo que debemos ser y quienes queremos ser. Una lucha interna entre un montón de prejuicios morales. En teoría, se supone que el personaje del respetable Doctor Jekyll es la imagen del bien, y el deforme Míster Hyde es la representación del mal. Pero, al indagar un poco entre estos, se puede notar que la dualidad existe de por sí sólo en uno de los personajes, en el doctor Harry Jekyll.



Lo claro con un pensamiento oscuro
En el capítulo final de la novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en su declaración acerca del caso, el Doctor Harry Jekyll afirma que le gustaba realizar ‘actos irregulares’, pero se avergonzaba de éstos porque eran hechos mal vistos, hechos que un caballero con su posición social y excelentes cualidades no podía cometer. Después de que Jekyll reflexiona lo suficiente, y se da cuenta de que en el hombre existen dos y no uno, logra gracias a una serie de sustancias separar esas dos partes en él. Es por una represión moral, por el sentirse infaliblemente inclinado a elegir los actos denominados como ‘el bien’, y por sus ganas de cometer actos que vayan en contra de la moral sin sufrir de remordimientos, que el potenciar su lado malvado le resulta tan gratificante. Disfrutaba enormemente el ser Edward Hyde:

            “Si cada uno, me decía, pudiese ser aislado en identidades diferentes, nuestra vida se vería liberada de todo lo que nos resultaba insoportable: lo injusto seguiría su camino, libre de las aspiraciones y remordimientos de su más probo gemelo, en tanto que lo justo podría recorrer rápida y seguramente su camino ascendente, realizando las acciones en las que encontraba placer, sin estar ya expuesto a la vergüenza y a la penitencia ocasionadas por aquella maldad extraña a su naturaleza”. [1]

No sé di deberíamos compadecer al Doctor Jekyll, se puede pensar que sólo fue un alma buena que al final se vio atrapada entre las garras del mal. Pero al final él, y sólo él es el culpable de todo, sus ganas de hacer sin que se supiera que él era causante el de tales actos lo dejó en un rincón sin salida. Según Nietzsche “la buena conciencia se concibe como un peligro, como una forma de escondernos y como un cansancio provocado por la más sutil de las honestidades”. [2] Precisamente esa confusión entre no saber que elegir, si el bien o el mal, lo desvió de sus aspiraciones hasta un punto en que lo que él había despertado en sí mismo, surgió con mayor fuerza. El alma de Harry Jekyll era un alma débil, débil de carácter.


Oscuro y más oscuro
¿Los humanos somos malos por naturaleza? Cuando Jekyll nos habla de las sensaciones que lograba provocarle el estar bajo la imagen de Míster Hyde, además una profunda repugnancia, se sentía en libertad. No tenía ningún remordimiento de sus actos, era fuerte y no debía rendirle cuentas a nadie, tampoco tenía una reputación que cuidar o aparentar. Es frustrante sentirse así de atado a las normas morales, tener tanto miedo en hacer lo que se quiere, sólo por aparentar. Esto no quiere decir que el mal sea el camino que se debe seguir hacia la libertad, sino que dentro de diferentes prejuicios sociales, lo que no está visto como algo bueno o aprobado por los cánones del comportamiento es malo. Nietzche, en Más allá del bien y del mal maneja la idea de que:

  “la fe cristiana es sacrificio, sacrificio de toda libertad, de todo orgullo, de toda.certidumbre del espíritu respecto a sí mismo; pero al mismo tiempo es sometimiento y burla de uno mismo, automutilación. […] El supuesto es que la sumisión del espíritu causa dolor, un gran dolor”. [3]

A esto es a lo que me refería cuando hablaba de que Jekyll tenía un alma débil, se reprimió tanto, que fue como si su espíritu se fuese marchitando poco a poco. Mientras tanto, Hyde se mantiene como alguien autentico, sus acciones son una combinación entre deseo, impulsos y rabia. Se deja dominar demasiado por ésta última, la rabia, la cual lo lleva a la violencia, pero, ¿de qué otra manera puede reaccionar una parte que ha sido así de oprimida?  Hyde sólo es el ‘mal’, en él no existe ni una pizca de algo bueno, en él no había nada que lo detuviera en su crecimiento maligno, no se reprimía, resulta obvio que al final haya tomado posesión sobre el cuerpo que Jekyll y Hyde compartían. El alma de Edward Hyde era fuerte, y con la debilidad del alma de Jekyll el equilibrio se rompió.

Conclusión
Lo interesante de este retrato que nos muestra Louis Stevenson, recae en la decadencia del ser humano, la manera en la que puede ser corrompido a través de deseos, prejuicios y prohibiciones. Es curioso también, cómo se desarrolla la idea de que un hombre aparentemente bueno puede caer en la maldad, nunca en viceversa, un hombre malo no se volverá un hombre bueno… Pero, ¿qué es al final lo bueno y lo malo? Esta división está regida por prejuicios religiosos, morales y sociales. Responder con entera seguridad dicha pregunta es imposible, o al menos para mí lo es. Ni siquiera la parte que se supone diabólica; Hyde, me resulta tan malvado como Jekyll, porque Jekyll no se es fiel a sí mismo y eso me causa una desagrado. Mientras, Hyde con su maldad y su autenticidad me resulta más llamativo, no para seguir su ejemplo y asesinar ancianos a bastonazos, pero sí para entender que no se debe reprimir el espíritu, porque se puede terminar en un cumulo de rabia, y de un momento u otro romper con el equilibrio de bien y mal que todos, creámoslo o no, llevamos dentro.

Elidiana Neri Muñoz
9no semestre (T.M.)

Bibliografía
CITATI, Pietro, El mal absoluto, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2006.
NIETZSCHE, Federico, Más allá del bien y del mal, México, Tomo, 2013.
STEVENSON, Robert Louis, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr, Hyde, Madrid (España), Bruguera, 1981.
YATES, David, Harry Potter y la Orden del Fenix, Reino Unido, Warner Bros., 2007.







[1] Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Barcelona (España), Bruguera, 1981, p. 244.
[2] Federico Nietzsche, Más allá del bien y del mal, México, Tomo, 2013, p.48.
[3]Ibíd. p. 64-65.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Mundo y tragedia

Mundo y tragedia: una revisión trágica sobre Andrómaca de Jean Racine



Adán y Eva fueron expulsados del paraíso; la biblioteca de Alejandría fue quemada y saqueada; alrededor de nueve millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial; los de guante blanco mataron a cientos de estudiantes en el 68; dos aviones, secuestrados por terroristas, fueron estrellados en un par de torres en la mañana del nueve de Septiembre; «se llevaba la ventaja pero en el último minuto se perdió el campeonato»; Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos. «Qué tragedia» responde la gente.
Parece ser que en la amplia estructura de la Historia, siempre ha habido un punto débil en constante desequilibrio. Lo que pasa con todo esto, es que el orden que une y mantiene la estabilidad, que sostiene la estructura, se rompe y hay caos. En el centro de esta ruptura, el Hombre será, en la mayoría de los casos, la mano que quite la pieza equivocada.
Un filósofo alemán veía al mundo como sufrimiento. Las personas sufrimos a costa de los demás, pero nuestra idea de conflicto, siempre parte de uno mismo. El impulso por querer hacer algo y no lograrlo. El deseo de tenerlo y no alcanzarlo. El arrebato por querer ser alguien y no conseguirlo. El dilema de siempre: ser o no ser. Se intenta preservar un equilibrio dentro de uno, pero al no mantenerlo, viene el caos, la lucha consigo mismo y la realidad.


El teatro representa la vida. Y como ésta, los matices que adquiere varían según el acontecimiento que se ponga en escena. Sobre esto podemos hablar de tres grandes grupos: la comedia, el drama y la tragedia. Ésta última –como género literario– engloba el estado del Hombre en conflicto consigo mismo, entre lo que desea y lo que la vida le depara, entre la voluntad y el destino. A partir de esto, personajes como Edipo, Antígona, entre otros, se insertan en el imaginario colectivo, en la mitificación, trascienden. Lo consiguen porque retratan el estado mismo de la persona en una problemática de la cual se desprende el sentido de identificación con lo real.
Uno de estos personajes, que ha persistido en el imaginario, es Andrómaca. De tradición griega, esta mujer representa la suprema fidelidad en el amor. Su mito se remite a la epopeya de Homero llamada la Ilíada. Andrómaca es la esposa de Héctor, guerrero que entrega su vida por salvar la ciudad de Troya. Ella llevará a cuestas, como una cruz, la muerte de su esposo por el resto de su vida. El sufrimiento y el pesar serán dos sentimientos de los que ella no logrará desprenderse.
Como personaje llamativo e ilustrativo de la vida, Andrómaca ha sido retomada por autores de épocas distintas a la de su origen.  Después de Homero, Eurípides en el 425 a. C. y Jean Racine en el siglo XVII, como los más destacables. De la recuperación de este último es en la que nos enfocaremos a continuación.
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Es difícil sacar de la dramaturgia a personajes como Andrómaca. Resulta absurdo trasponerla a una novela de misterio, de terror, realista o fantástica. Ella pertenece a la tragedia teatral y ahí debe de quedarse. Sin embargo, hay un sentido como personaje que le permite trascender y perdurar, es del que hablábamos anteriormente: la mitificación.
No es casualidad que gran parte de los mitos que conocemos tenga como origen a la antigüedad clásica. En un periodo como el Renacimiento, la recuperación de las concepciones y cosmovisiones de los antiguos, resultó una ardua tarea de basta importancia. Los siglos XVI y XVII fueron el inicio del seguimiento de una tradición a la que se tendrían que apegar los cánones de las diferentes épocas. La imitación resultaría la herramienta adecuada para exigir una superación misma de la propia Literatura. La forma y el fondo de la antigüedad serían el modelo a seguir. Platón, Homero, Virgilio, Sófocles, no estaban exentos para el extracto de su propio jugo.
En Francia, en el siglo XVII, el arte tomó dos vertientes fundamentales para la expresión: la apabullante inflexión de imitar a los antiguos, creadores de modelos exactos y perfectos; y la manifestación de la psicología humana, guiño hacia la exteriorización del Hombre moderno. Además, se consolidó el teatro como género primordial por sobre las otras artes. Esto se debió al fuerte impulso que le otorgó Luis XIV. La sociedad cortesana aún persistía.
El teatro sirve como línea entre lo que se vive y el cómo se vive. Te obliga a ver la vida como un espectador. En el proceso de representación se pone en manifiesto los más profundos impulsos del Hombre. La tragedia, en sí, personifica los más desafortunados, los desdeñables. En tres puntos se condensó el teatro, lo que es llamado «la ley de las tres unidades dramáticas»: acción, tiempo y lugar. Las obras se funden en estos aspectos. La historia debe contener una acción simple y no varias; debe de transcurrir en un día, sin saltos de tiempo; y el lugar será preciso, no modificable.[1]
Para Jean Racine (1639-1699) la época fue indiscutible para su engrandecimiento. Desarrolla sus estudios en el Port-Royal donde adquiere una fuerte influencia y admiración por los clásicos y mantiene una cercana relación con el Rey Sol. Como historiógrafo real escribe la Historia del reinado de Luis XIV, la cual no sobrevive a un incendio. Pero lo que destaca de su labor como escritor es el alto grado en que eleva la dramaturgia. “Racine es el gran trágico del teatro francés que supo dar grandeza humana a los conflictos interiores”.[2]
De sus obras sobresalen las que llevan por asunto la tradición antigua.[3] Recupera personajes densos como Fedra y personalidades históricas como Alejandro Magno. Junto con Corneille y Mòliere –con quien llegó a enemistarse– constituye uno de los pilares primordiales del teatro en Francia. Para La Bruyère, “Corneille pinta los hombres como deberían de ser; Racine los pinta como son”.[4]


La primer obra con la que triunfa, con la que los focos se vuelven hacia él, es Andrómaca, tragedia que retoma al personaje homónimo y que, en su más puro estilo, lo muestra en una época donde los conflictos interiores se vuelven un punto importante para el análisis del ser humano. El Hombre moderno, aquel que está en conflicto consigo mismo y su mundo, toma un impulso en las expresiones artísticas. Racine, como cualquier persona, se somete a las ideas de su tiempo. “Para comprender su obra es preciso recordar dos rasgos: su amor por la antigüedad griega y su educación jansenista, que lo muestra, […] “como un ser débil dominado por las pasiones”. [5]
Andrómaca (1667) es bien recibida en Francia. La adaptación del autor francés se muestra insuperable en el lenguaje preciso y tajante. Muestra un enredo amoroso, la problemática en que se puede caer cuando las pasiones son los caballos que guían la carreta de la voluntad. En cinco actos, Racine destila un mito griego en la tragedia. Amor, desprecio, dolor, venganza y muerte, son elementos trágicos que dan valor a la obra.
Los deseos de cada personaje involucrado en la cadena causan un conflicto al que está puesto uno detrás del otro. Similar al efecto dominó. En Epiro, específicamente el palacio y sus afueras –dónde únicamente transcurren los hechos, que obedecen a la unidad de lugar– el orden se corrompe. Orestes, incesante en sus deseos, ama a la hija de Helena de Troya a pesar de los constantes desaires y desprecios que le ha hecho. Hermione, quien está prometida con Pirro –hijo de Aquiles– parece quererlo solo por su gloria. Él, Pirro, vive por el amor de una mujer, el de su cautiva, Andrómaca. Sin embargo, la esposa de Héctor es una mujer que no cede, guarda la más pura fidelidad a la memoria de su fallecido. El esquema siguiente puede aclarar el enredo amoroso: Orestes→ Hermione→ Pirro→ Andrómaca→ Héctor (†).


Pirro es el rey que está dispuesto a romper con su pasado, de conducir a un pueblo a la guerra contra sus propios descendientes, de entregarse, todo por el amor de Andrómaca, quien después de reflexionar sobre las proposiciones que le hace Pirro decide tomar la corona, en lugar de la muerte de su hijo. Irritada por ese sentimiento y el despojo del que ha sido producto, Hermione, atada en el reino por el Deber, decide tomar venganza contra su prometido. Para esto se vale de la atención que le presta Orestes para convencerlo de una venganza, para que dé muerte al rey de Epiro.
Barthes en su libro Sobre Racine menciona del hijo de Aquiles, que con llevar a Andrómaca al altar, busca un nuevo inicio, un nuevo orden que no obedezca a las venganzas. “Destruir su propia memoria es el impulso mismo de su nuevo comienzo”.[6]
Andrómaca es la mujer que no olvida. Los recuerdos de la guerra de Troya siguen invadiendo sus pensamientos: “Piensa, piensa, Cefisa, en esa noche cruel/que, para todo un pueblo, fue una eterna noche”.[7] A espaldas del desprecio está la muerte. Racine es acertado al conjurar en boca de la esposa de Héctor, una despedida que tiene tintes retóricos como la que le hizo él antes de enfrentar a Aquiles.[8] Pone a Andrómaca y a Héctor en un mismo plano. Los dos obedecen a su ideal. Él por su patria, ella por amor.
Diferente es la situación de Hermione. Primero rechaza a Orestes. Pirro obedece a Hermione para intentar provocar celos a Andrómaca. Hasta que decide dar muerte al descendiente de Héctor, Andrómaca acepta a Pirro como su prometido. Hermione busca venganza de tal rechazo y hace que maten a Pirro en el altar, por medio de Orestes. Al recibir la noticia de que se ha cumplido su voluntad, ella no soporta su decisión y se clava un puñal en el pecho.
Orestes, el aferrado amoroso, solo quiere la aceptación de Hermione en su vida. Su obstinación lo lleva a llenarse las manos de sangre por el amor. Resulta ultrajado al recibir de Hermione, aún el desprecio, a pesar de haberle cumplido su capricho, de poner en peligro la vida de sus acompañantes. Cuando se entera de la muerte de Hermione, éste pierde la cordura y se desvanece.

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Son tres los tipos de muerte que Racine introduce en la obra: Pirro asesinado por magnicidio; Hermione sometida y arrinconada al suicidio; Orestes pierde el sentido. “Cautiva, siempre triste […]”[9], hastiada de sí misma, Andrómaca lo único que busca es la liberalidad de su espíritu, sea en un lugar alejado del mundo, o en la muerte. Busca el orden y el equilibrio en su vida.
Los personajes se entregan a la lucha psicológica personal. El deber y la voluntad los mantienen pendientes de un hilo. Su conflicto existe al depender de un destino –que a diferencia de los relatos griegos, no depende de los dioses, sino de sus propias acciones– que es controlado por las pasiones.


Racine revaloriza el mito clásico remitente de la Ilíada, y otorga libertad de elegir su destino a sus personajes. Hace de ellos una personificación moderna: hombres en conflicto consigo mismo y su realidad. Y otra vez el mismo dilema del mundo: querer y no tenerlo, desear y no alcanzarlo. Como en la vida, Andrómaca está en un tambaleo que se intenta resolver con la tragedia, la muerte. A su vez, el teatro que propone Racine no es otra cosa que la misma mímesis de su tiempo, que el de todos los tiempos: el orden y la descomposición; problemáticas que abarcan el deseo y la propia realidad; encadenamientos que enganchan la voluntad; una estructura y el Hombre, en su capricho, ante la acción trágica. La tragedia seguirá siendo la sombra de la Humanidad, la condición inherente de muchas de las acciones de las personas. 
Si Andrómaca sufrió, fue por amor, desprecio, dolor, cólera, venganza y muerte; si a Adán y a Eva los expulsaron del paraíso fue por la corruptibilidad de la voluntad; si quemaron la biblioteca de Alejandría, fue por la ignorancia; si millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial fue por el capricho de un hombre; si siguen los ataques terroristas es por las diferencias ideológicas; si los estudiantes siguen despareciendo es por el autoritarismo; si los equipos continúan perdiéndolo todo en el último minuto es por falta de entrega; si sigue habiendo incompetentes gobernando… Bueno, la gente seguirá dictando la sentencia memorable de su condición, el Hombre en el fondo de la frase, se repetirá una y otra vez: «Qué tragedia».

Harim Gamaliel Sánchez Martínez
5to semestre (T.M.)





[1] Esta idea es tomada también de la antigüedad, propiamente de Aristóteles.
[2]  MONTES DE OCA, Francisco. Literatura Universal, Porrúa, México, 1975, pg 181.
[3] La Tebaida (1664); Alejandro Magno (1665); Andrómaca (1667); Ifigenia (1674) y Fedra (1677).
[4] MONTES DE OCA, Francisco, op cit., pg 183.
[5] ---, Enciclopedia Quillet, Cumbre S.A., México, 1987, pg 447.
[6] BARTHES, Roland. Sobre Racine, Siglo XXI, México, 1992, pg 116.
[7] RACINE, Jean. Andrómaca, Rei, México, 1996, pg 120.
[8] Revisar del verso 1102 al 1124 en la edición de Rei México, 1996.
[9] RACINE, Jean, op cit., pg 88.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Tres películas del boxeo



Tres películas del boxeo que son dignas de ver

El cine, como en las demás bellas artes, ha servido para crear un goce estético, plasmando historias concebidas por la imaginación para hacernos estremecer al momento de verlas. Muchas de las veces, alguna película (como ocurre en la literatura y en los cómics) resulta ser un éxito en taquilla y crítica, y deciden explotar la franquicia para sacarle todo el jugo posible. El problema es que se repite la misma fórmula (fórmula que los catapultó a recibir buena crítica y recaudación en taquilla) llegando a convertirse en “refritos”. Entre los modelos que ha explotado el cine  se encuentra el tema del boxing. A continuación les presento tres películas del boxeo que son dignas de ver:



Rocky (1976) Director: John G. Avildsen. La película en la cual se sentarían las bases del boxeo en la pantalla grande, marcando un antes y después en el cine de deportes. Escrita y protagonizada por Sylvester Stallone, lo que significó un gran salto hacia la fama por haber creado al mítico personaje de Rocky. La sinopsis es acerca de la búsqueda del sueño americano por parte de Rocky Balboa, un italoamericano de clase baja que se dedica a cobrar créditos de un prestamista en Filadelfia. También Rocky tiene talento para el combate en el cuadrilátero y tendrá una oportunidad por debatirse el título de pesos pesados.


Ganadora de tres premios Óscars al Mejor Montaje, Mejor Director y Mejor Película. Nominada en distintas categorías incluyendo a Mejor Canción Original por el tema de Gonna Fly Now de Bill Conti (lo cual se convertiría en un himno de inspiración hacia el deporte), y a Sylvester Stallone a Mejor Actor y a Mejor Guión Original, siendo el tercer actor en la historia del cine en ser nominado en ambas categorías; los primeros fueron Charles Chaplin y Orson Welles.
La película tiene un tono familiar y alegre, de superar nuestras metas para alcanzar el éxito. Tal fue el agrado del público que Stallone decidió explotar de más la franquicia con cinco secuelas y un spin-off titulados: Rocky II, Rocky III, Rocky IV, Rocky V, Rocky Balboa y Creed. Repitió la misma fórmula que empleó en la primera película, convirtiendo a las secuelas en refritos y en algo trillado.


Raging Bull (1980) Director: Martin Scorsese. Considerada por muchos como la mejor película de boxeo de todos los tiempos y una de las mejores en la filmografía de Scorsese. Es una cinta biográfica protagonizada por Robert De Niro, basada en las memorias del boxeador Jake La Motta. La sinopsis es acerca de la vida de éste, siendo un boxeador de peso mediano que entrena muy duro para alcanzar los pesos medianos. Pero tiene una rabia sadomasoquista: es infiel a su esposa, tiene unos celos sexuales y un gran apetito voraz que exceden los límites de su trabajo y de su vida privada; empeorándolo todo. También tenemos a la mafia italoamericana que presiona a La Motta para que sus peleas estén arregladas. La película, a comparación con la anterior, es más oscura y con un tono más deprimente. Nominada a ocho premios Óscars incluyendo a Mejor Director y Mejor Película, siendo acreedora de dos dichos galardones como a Mejor Montaje y Mejor Actor.


Million Dolar Baby (2004) Director: Clint Eastwood. Basada en la novela de Rope Burns: Stories Front the Corner de F.X Toole, protagonizada por Hillary Swank, Clint Eastwood y Morgan Freeman. La sinopsis es acerca de Maggie Fitzgerald, una mujer de 31 años de edad que su gran sueño es ser boxeadora y va a entrenar al gimnasio de Frankie Dunn, un boxeador veterano retirado. Ella le pedirá a Frankie que la entrene para que pueda veer su sueño hecho realidad, aunque la política del veterano sea no entrenar a mujeres, pero hará el esfuerzo por ayudarla. 

A comparación con las dos películas anteriores, ésta resulta ser muy dramática y ácida; mezclándose el éxito con la tragedia. La película fue nominada a varios premios Óscars incluyendo a Mejor Montaje y Mejor Actor y ganadora de cuatro galardones como a Mejor Actor de Reparto, Mejor Actriz, Mejor Director y Mejor Película.


Rocky es más familiar y alegre, fue innovadora y también nos inspira en realizar deporte mientras observamos a Rocky entrenar con el tema de Gonna Fly Now; en Raging Bull  es más deprimente y oscura la atmósfera, mostrándonos a La Motta con sus problemas de celos, gula e infidelidades; Million Dólar Baby es muy dramática y mueve cada fibra de nuestro ser al ver la vida de Maggie Fitzgerald que se encuentra entre la línea divisoria del éxito y del fracaso. Si ustedes desean invertir su valioso tiempo en ver películas, les recomiendo estas opciones y les prometo que no se arrepentirán de verlas.  

Rafael Aragón Dueñas
5to semestre (T.M.)

sábado, 3 de diciembre de 2016

Simplicius Simplicissimus



Simplicius Simplicissimus

De la cordura a la locura hay un paso




Acerca del barroco alemán
La obra Simplicius Simplicissimus se encuentra ubicada en la época barroca alemana donde la literatura tuvo ciertas diferencias con las manifestaciones del resto de Europa. Su aplicación a otras artes la conocemos a través de músicos célebres como Johann Sebastian Bach, Johann Pachelbel, Händel, entre otros, por el uso de la exageración, retorcimiento y contraste, pero en las letras no ocurre lo mismo. Los alemanes sentien agotadas sus fuentes nacionales, por lo tanto introdujeron a su cultura el verso alejandrino, el soneto, la novela picaresca y la pastoril. Alemania se ve acorralada en una guerra que dura treinta años (1618-1648), y que en la producción literaria tiene gran impacto, pues el acento de desolación y la presencia de guerra se hallan en la mayoría de las obras literarias.
     Los literatos cuentan con un mecenazgo principesco, por lo cual, toda la producción está dirigida a gente de la nobleza. Cabe mencionar que gracias a la herencia humanista se siguen manteniendo aspectos como el respeto por la erudición, la norma retórica y el convencimiento de que la poesía se puede aprender mediante reglas. Entre los autores más destacados se encuentran: Martin Optiz, quien introduce el verso alejandrino y se da a la tarea de elaborar normas  “según las cuales se movió sumisamente la poesía alemana durante casi un siglo y medio”[1]; Andreas Gryphius es el más grande dramaturgo de su época, su aportación es la elaboración de un teatro moderno; Hans Jakob Christoffel von Grimmelshausen[2], el más grande novelista alemán, autor de Simplicius Simplicissimus, obra que trataremos a continuación.

Una mirada hacia la obra y el autor
La obra es difícil de encasillar, ya que podría caber en el género de novela picaresca, didáctica, moralizante o incluso como una obra autobiográfica. Todos estos elementos los contiene la novela, la cual se convierte en todas y ninguna. Es importante aclarar que la literatura española tiene gran influencia en el autor[3],  como se verá en la estructura de la misma, constituida por cinco partes (libros), siguiendo el canon de la novela picaresca. La obra nos narra la vida de un antihéroe, pero más que nada, una aventura del alma. Asimismo la época que vive su país va ser escenario de toda la novela, y se debe a que Grimmelshausen, se ve obligado a formar parte del ejército desde joven, por lo tanto, se encuentran varias escenas autobiográficas representadas por Simplicius.


         Esta obra tiene un rotundo éxito en su tiempo, y es lo que le ha valido su conservación. La empatía que tiene con el pueblo es gracias al lenguaje utilizado por el autor, quien acude a términos y formas de hablar de la gente del pueblo, del campo, etc. Se debe principalmente a que Grimmelshausen nace y vive en el campo, además de ilustrar una época en la que la guerra domina a Alemania. Se ha llegado a considerar a Simplicius como un segundo Parsifal. “Afirmación y negación, gusto barroco por lo descriptivo, y una antítesis en lo vital y en lo estilístico hacen de esta novela el mejor cuadro de la época y, en su aspiración a la trascendencia, una de las más hondas de la literatura alemana”[4].

Sobre la “locura” en Simplicius.
La vida de Simplicius se narra a la par que la de la guerra que respira su autor, por lo tanto, así como en la guerra, el libro tiene ese aire de incertidumbre, aventura y al mismo tiempo de desolación, mismas que el personaje principal vivirá en carne propia; se verá obligado a cambiar constantemente de actitud, rango, e incluso de sexo. A edad tierna Simplicius vive con sus padres en el campo, sin conciencia del mundo que lo rodeaba, pero debido a un ataque militar contra su pueblo, tiene que escapar al bosque, sin entender siquiera lo que  había ocurrido. En el bosque es encontrado por un ermitaño, quien lo adopta y enseña sobre el cristianismo. Simplicius es poseedor de una tierna inocencia y una amplia ignorancia acerca del mundo; con el ermitaño toma conciencia de sí mismo, conoce a Dios, el pecado, el infierno y el cielo. Pero aún le falta mucho por conocer.


         Al morir el ermitaño, por varias circunstancias llega al castillo del gobernador de Hanau, quien resulta ser el cuñado del ermitaño. Debido a su inocencia y sobre todo a su ignorancia, Simplicius se convierte en un bufón involuntario, teniendo después el título de éste. La locura llega al personaje no de manera paulatina sino de sopetón, pues el gobernador es quien ordena que se le vuelva loco por medio de trucos. Pero advertido de ésto, Simplicius es capaz de conservar su cordura, aunque tendrá que fingir ser un loco que se cree becerro para el gobernador y toda su gente, excepto hacia el cura y para sí mismo. Todos lo creen verdaderamente loco, pues ejerce bien su papel. La locura en él, se vuelve un exceso de razón y sensatez. Simplicius al igual que Hamlet, aprovecha su “locura” para decir las verdades, por crueles y disparatadas que sean, a quienes se lo merecen, pues había quedado impactado con la cantidad de pecado que ejercían todos, sin temor de Dios.

 "La locura en él [Simplicius], se vuelve un exceso de razón y sensatez".

         Nos demuestra en esta etapa que el hombre, creyéndose racional, no lo es para nada. Sin embargo, un joven con el título de “loco” que se cree bestia, es más hombre que los hombres, quienes a su vez son más bestias que las bestias. “[…] y el secretario dijo que, sin duda, yo era un loco, puesto que yo mismo  me consideraba un animal racional.”[5]. Pero nadie habla con más cordura que Simplicius, dando a todos su cucharada de verdad.  Él parece ser el único cuerdo en medio de locos que necesitan de un chiflado para considerarse cuerdos. Aquello que no corresponde con lo que se acostumbra, cuando encontramos a alguien puro, inocente y noble nos extrañamos, puesto que el mundo está lleno de malicia, la bondad nos parece cosa de locos.
         El título de Simplicius cambia cuando es capturado por Croatas, con quienes comienza a aprender sobre el ambiente que se movía a su alrededor, se convierte en ladrón, dejando atrás sus días como bufón y loco. Pero es cuando cambia de amo de nuevo, donde tiene que volver a su situación de loco, pero ahora con más cómplices sabedores de su condición real. Se viste de mujer para escapar, pero es descubierto y hecho prisionero para luego ser rescatado por un amigo. Se une después al ejército, y es aquí cuando vemos un cambio en el personaje, quien pasó de ser un tierno ingenuo a un astuto saqueador.
         Simplicius, ahora apodado El Cazador, sufre una transformación tremenda, puesto que deja atrás los días de bufón para subir de rango gracias a su ingenio en el ejército. Su meta es volverse noble. La locura llega a él de diferente manera: se vuelve un ambicioso de poder, fama y fortuna, se convierte en un avaro arrogante. Antes ocultaba su cordura, pero ante esta nueva situación, escondía su locura y se presentaba siempre bondadoso. Siendo así que encontramos ésta forma de locura de manera cotidiana en nuestros días.   
         Júpiter hace presencia en el texto, a manera de espejo de Simplicius, o mejor dicho, como un paralelo. “Júpiter” es un loco que se cree el dios romano, y aparece ante el Cazador para recordarle lo que algún vez fue, y lo que es ahora con mayor fuerza. Pero aquel supuesto dios no era tan disparatado como parecía, puesto que sus razonamientos y discursos no podían ser obra de un loco. Éste se muestra en tal estado para demostrar cordura, mientras que el personaje principal hace lo contrario. Son, entonces, dos opuestos que se encuentran más símiles que el conejo y la liebre.
     Pero la cordura volverá a él, despidiéndose de toda vida pasada, para convertirse en ermitaño, volviendo después de haber conocido el mundo y pecado en infinitas ocasiones, a lo que en un principio fue. La locura ahora será el recuerdo, algo que pasó pero que no deja de ocurrir. A fin de cuentas, lo normal no es lo mismo para nadie, y aquello que es ajeno a nosotros siempre va a sorprender y hará que nuevas perspectivas lleguen a nosotros. Las mejores personas están locas, y sus locuras son aquello que ha salvado a éste mundo de la constante rutina a la que nos acostumbramos.
Nadie está a salvo de disparatarse; la chifladez vive en nosotros en forma de obsesiones, anhelos, ambición, etc., y espera el momento de descuido para salir, aunque sea en pequeñas cantidades. En palabras de Simplicius: “Yo creo que no hay nadie en el mundo que no tenga sus ramalazos de locura, pues todos estamos hechos de la misma clase, y puedo saber muy bien por mis propias peras cuando maduran las del vecino”[6]. La locura es engañosa, te envuelve y te hunde con ella silenciosamente. Decir que alguien es completamente cuerdo sería una locura.
         La novedad es una locura, el que el hombre pudiera volar fue un disparate, mujeres que estudiaran y tuvieran voz eran palabras de mentecato, el que la tierra no fuera el centro del universo eran ideas de un chiflado, que el hombre llegara a la luna fue una demencia.  El acabar con nuestro ecosistema, matarnos unos a otros, elegir presidentes misóginos, racistas, prepotentes, ignorantes, hablar con personas que no están presentes e ignorar a las que sí lo están nos convierte en locos. Nosotros mismos somos la locura andando. Las bestias, inocentes e ingenuas, sobreviven a nuestros disparates.

Paola Elizabeth de la Torre García
5to semestre (T.M.)


BIBLIOGRAFÍA:
Modern, Rodolfo E. Historia de la literatura alemana, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.

Grimmelshausen, Simplicius Simplicissimus, Rei-México, México, 1988.



[1] Modern, Rodolfo E. Historia de la literatura alemana, Fondo de Cultura Económica, 1972; págs. 103-104.
[2] En Historia den la literatura alemana, aparece como Johann en vez de Hans.
[3] Tuvo influencia en todo el movimiento literario  barroco alemán.
[4] Íbidem, pág. 113
[5] Grimmelshausen, Simplicius Simplicissimus, Rei-México, 1988; pág. 170
[6] Íbidem, pág 292