Adolf Wölfi

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Pintura perteneciente a Adolf Wölfi

domingo, 13 de noviembre de 2016

Formas antinómicas en El Zarco



Formas antinómicas en El Zarco




En la literatura mexicana del siglo XIX  resaltan algunas cuestiones históricas, tales como las invasiones francesas, la monarquía de Maximiliano de Habsburgo y, a la caída de éste, la República Restaurada, esta última forma parte del contexto histórico de la novela El Zarco, creada entre 1886 y 1888, y publicada hasta 1901, del escritor guerrerense[1] Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893).
La literatura romántica, en Hispanoamérica, es considerada «la expresión auténtica de nuestra nacionalidad»[2]. Los escritores mexicanos de la época buscan, al igual que el resto de los creadores hispanoamericanos, una literatura que muestre la realidad y que se aparte de las literaturas extranjeras.
Considerando la cuestión anterior, el creador de novelas como Clemencia (1869), La navidad en las montañas (1871), y El Zarco,  entre otras obras, forma parte de los escritores románticos, pero, para Antonio Acevedo Escobedo, en Historia de la literatura Hispanoamericana, Altamirano es el iniciador de la novela moderna mexicana[3]. En las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional; por tanto, es una combinación entre la literatura romántica que se desarrolla en Hispanoamérica, y la novela moderna que crea Altamirano.

"En las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional."

La estética que emplea nuestro escritor guerrerense funciona de tal modo, que al leer la novela El Zarco, sólo observamos una historia de amor irrealizable pero que al final se cumple entre los buenos de la historia, pero, tras esa estética y forma de narrar los hechos, encontramos una función dualista que va de la mano de ese relato de amor. Tras la naturaleza y el análisis de cada personaje está una funcionalidad nacional.
La novela tiene el objetivo de narrar lo que en el país sucede, la funcionalidad política se encuentra rodeada de una historia de amor formada por un maniqueísmo, el cual no podría ser otro más que el bien y el mal: Nicolás y el Zarco, respectivamente. Dentro de esta dualidad se rescata el término indianismo, el cual, para Benito Varela Jácome es «un macrocosmos funcional idealizante, ambientado en espacios geográficos de exultante naturaleza, con el color local de las costumbres y los mitos indígenas».[4] De este modo hay una relación entre el término indianista lo que Francisco Xavier Clavijero (1731-1787) hizo en la  Historia antigua de México,  donde hay  un rechazo a las investigaciones de Mr. Paw y el Conde de Buffon, plasmando una defensa a favor de los indígenas.

Autor frente a personaje
Muchas veces hemos escuchado la historia del niño indígena llamado Benito Juárez  que, a pesar de ser de una etnia zapoteca, siendo adulto llegó a ser presidente de México. Pues bien, Ignacio Manuel Altamirano no se queda atrás, ya que hasta el año de 1849 logra ingresar a una escuela gracias a «una beca que el gobierno del Estado había instituido para los jóvenes indios ‘inteligentes y distinguidos’.»[5] Altamirano es hijo de indios puros, en ese tenor, se encuentra una yuxtaposición entre autor y personaje.
            Altamirano, para María del Carmen Millán, fue un ser con su «orgullo herido por la indiferencia de mujeres calculadoras, frívolas, ligeras, incapaces de ver un poco más allá de la apariencia opaca de un joven indígena tímido»[6] y, recalcando que la novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la realidad, a través de Nicolás se refleja la vida del autor, dando más autenticidad al relato.

"La novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la realidad."

Nicolás es un indígena enamorado de su opuesto, Manuela, la cual lo rechaza añadiendo que «estoy decidida, no me casaré nunca con ese indio horrible»[7], la actitud del personaje es la misma que toman las mujeres al rechazar a Altamirano, asimismo, se nota que la descripción de la joven es equivalente a la de las mujeres en la vida del autor; altivas y superficiales:

Tomó su linterna, y levantándose así adornada como estaba con su anillo, pulseras y aretes, se dirigió a la orilla del remanso, y allí se inclinó, alumbrándose con la linterna el rostro, procurando sonreír, y sin embargo, presentando en todas sus facciones una especie de dureza alterna que es como el reflejo de la codicia y de la vanidad, y que sería capaz de afear el rostro ideal de un ángel.[8]

Cabe mencionar que la personalidad de Manuela es importante, asimismo, también destaca el físico de esta mujer: es de tez blanca;  la equivalencia del Zarco y lo opuesto a lo heroico, que en este caso es Nicolás.

Dicotomía. Civilización y barbarie
El indio, en la novela de corte indianista, es un ser virtuoso, asimismo, la naturaleza propia del lugar resulta perfecta, en ese sentido, como ya fue asentado con anterioridad, lo que Ignacio Manuel Altamirano pretende es el rescate de la raza. Clavijero sólo busca refutar las ideas del Conde de Buffon, plasmadas en su Historia Natural[9] y las de Mr. Paw, las cuales expresan que:

Mr. De Paw […] si en los animales notó la falta de cola, en los hombres censuró la falta de pelo. Si en los animales encontró notables deformidades, en los hombres vitupera el color, y las facciones. Afirma de los hombres que son debilísimos, y que están espuestos a mil dolencias, ocasionadas por la corrupción de aquel aire, y por la exalaciones pestilentes de aquel terreno. [10]
En estas disertaciones la tierra termina siendo maligna y los animales también, e incluso algunos cuadrúpedos que son traídos del Antiguo mundo no se adaptan al ambiente malsano de América, asimismo, si la tierra es mala, el hombre también será catalogado como execrable: «Entre ellos abundan los imperfectos, o porque tienen los cuerpos irregulares, y monstruosos a causa de su pequeñez, o porque pierden la razón, el habla o la vista, o porque les falta algún miembro»[11]. En El Zarco, se da lo antagónico.
Por un lado está el Zarco, hombre que «no tenía mala figura: su color blanco impuro, sus ojos de ese color azul […] sus cabellos de un rubio pálido y su cuerpo esbelto y riguroso»[12], unido a éste se encuentra Manuela, «blanca […], de ojos oscuros y vivaces […], tenía algo de soberbio y desdeñoso»[13]; Nicolás «era un joven trigueño, con el tipo indígena bien marcado, pero de cuerpo alto y esbelto, de formas hercúleas»[14], asimismo, Pilar «era morena, con ese tono suave y delicado de las criollas que se alejan del tipo español».[15]
En estas dualidades se encuentra un propósito extraliterario. Por un lado está eso que ya ha sido mencionado, mostrar el indio virtuoso, idealizado, ya que, en algún momento de la historia, Nicolás afirma que «yo, aunque humilde, aunque obrero rudo, aunque indio sin educación, puedo asegurar a usted que no soy vulgar […]. De padres a hijos, en mi familia india, nos hemos transmitido las ideas de honradez»[16]. La dicotomía entre civilización-barbarie radica en ese hecho; el indio es el ser en el que las ideas liberales de Altamirano se plasman, el Zarco, hombre blanco y ojo claro es el lado bárbaro, encabeza todo el mal de la población.
En ese tenor, es importante mencionar que el territorio también juega un papel importante dentro de los símbolos del bien y el mal. La novela comienza con el capítulo titulado Yautepec. Este poblado encarna un lugar utópico en el que el mexicano es el hombre por excelencia, su funcionalidad va de la mano con el carácter de Nicolás, así como éste representa al hombre trabajador. Yautepec es el pueblo de los honrados.  
Xochimancas es mencionada por el escritor[17] como una hacienda arruinada, la cual tiene todo lo necesario para prosperar, ya que es «una finca con buenos terrenos propios para el cultivo […], con abundantes aguas, un clima ardoroso […]. Xochimancas.– Etimología: Xochimanca, lugar de cuidadores y productores de flores». [18]  A pesar de que el lugar tiene todo lo necesario para prosperar, no es posible que esto suceda porque está poseído por los bandidos, los cuales son lo opuesto de una comunidad trabajadora, resulta un orbe irreconocible.



Altamirano delinea los dos mundos; Yautepec es el lugar en el que se encuentra una sociedad que utiliza como punto central el trabajo, el amor no se da con pasión, sólo se admite la unión en matrimonio; el indio sólo puede contraer matrimonio con Pilar, porque ambos son puros, forman parte de una raza en común y ambos están a favor del orden, mientas que el Zarco y Manuela sólo poseen un amor desenfrenado, igual que sus principios y sus ideas. Los primeros se desposan, los segundos mueren; el bandido es ahorcado por la justicia y la amante muere. Son condenados por estar fuera de la ley.
El dualismo moral y político está allí, diferenciados por las relaciones entre los personajes. No sólo, como ya fue mencionado, se sabe que Altamirano representa las realidades desde el subjetivismo de las relaciones, sino también en la tradición del indio que es incorruptible, que sólo sigue sus tradiciones. Nicolás hace ver que el ejército comete errores, también Martín Sánchez Chagollán[19] toma por su cuenta a la justicia.
Chagollán juega también un papel importante ya que es el prototipo de forjador de la nación; toma acción por su cuenta, lucha contra los plateados, busca un bien social, y lo más interesante es que era «moreno y con el tipo de indio puro».[20] Altamirano no ve en la novela un pasatiempo, tal parece, sino que «es necesario apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ella el hecho histórico, el estudio moral, y la doctrina política»[21], por ello, recordemos que forma parte de los escritores románticos y, de acuerdo a la técnica empleada, toma un toque modernista.
Benito Juárez tiene un capítulo completo, y está a la par del indio Martín Sánchez, ambos proceden de un mismo punto, y ambos van tras un mismo objetivo, «eran la ley de la salud pública armando a la honradez con el rayo de la muerte».[22] El conocimiento de la historia es indispensable para tener una base de conciencia social, es por ello que El Zarco se desarrolla en 1861, a finales de la Guerra de Reforma, cuando el país sufría una serie de desajustes.
Si bien la novela muestra de forma clara las ideas liberales y de progreso de Ignacio Manuel Altamirano, el arquetipo de nación que tiene nuestro escritor sólo queda en utopía. Benito Juárez muere en 1872, en 1876 se da la Revolución de Yauxtepec, la cual da cabida al Porfiriato y, con éste, todas las ideas modernas y positivistas traídas de Francia. La burguesía gana.


Dalia Karina Gutiérrez Trejo
9no Semestre T.M.


BIBLIOGRAFÍA

ALTAMRANO, Ignacio Manuel, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1966, p. p. 90.
ARGUEDAS, Ledda, Historia de la literatura Hispanoamérica, Cátedra, Madrid, cuarta edición, 2008,
CLAVIJERO, Francisco Xavier, Historia antigua de México, Secretaría de Cultura Puebla, Puebla, Facsimilar de la edición de Ackermann de 1826, p. p. 507.
DABOVE, Juan Pablo, Susan Hallstead, Pasiones fatales: consumo, bandidaje y género en El Zarco, Contracorriente, revista de historia social y literaria de América Latina, vol. 7, 2009, p. p. 20.
HENRIQUEZ Ureña, Pedro, Las corrientes literarias en la América Hispánica, Fondo de Cultura Económica, México, tercera reimpresión, 2001, p. p. 301.
OTÁLORA Rojas, Jorge Enrique, Clemencia y El Zarco: la mirada dual de Altamirano, Universidad Nacional de Colombia, p. 19.
 VARELA Jácome, Benito, Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX, p. p. 84.



[1]  Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra,  Madrid, cuarta edición, 2008, p. 193.
[2] Pedro Enríquez Ureña, Las corrientes literarias en la américa hispánica, Fondo de Cultura Económica, México, tercera reimpresión p. 124.
[3] Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra,  Madrid, cuarta edición, 2008, p. 195.
[4] Benito Varela Jácome, Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX, p. 8.
[5]  Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra, Madrid, cuarta edición, 2008, p. 193.
[6] En introducción a El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano, p. XIV.
[7] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1977, p. 9.
[8] Ibid. p. 22.
[9] Francisco Xavier Clavijero, Historia antigua de México, Secretaría de Cultura Puebla, Puebla, Facsimilar de la edición de Ackermann de 1826,  p. 209.
[10] Ibid. p. 314.
[11] Ibid. p. 315.
[12] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1977, p. 25.
[13] Ibid. p. p. 5 y 6.
[14] Ibid. p. 11.
[15] Ibid. p. 6.
[16] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1966,  p. 52.
[17] Es muy interesante que, dentro de la técnica que maneja Altamirano, se encuentre la de hablarle al lector en primera persona, ya que esto hace que la historia sea más verosímil; parece que le dice a un espectador que de verdad tiene que creer lo que está pasando en México.
[18] Ibid. p. 61.
[19] Dentro de la novela, al igual que Nicolás, también es antagónico del Zarco.
[20] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, Mécivo, séptima edición, 1966,  p. 86.
[21] En introducción a El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano,  p. X
[22] Ibid. p. 86.

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