Adolf Wölfi

Adolf Wölfi
Pintura perteneciente a Adolf Wölfi

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Debilidades históricas: Benito Pérez Galdós comprometido


Juan Francisco Camacho Aguilar
Unidad Académica de Letras

 […] y entre los muertos
 habrá siempre una lengua viva
 para decir que Zaragoza no se rinde.
Zaragoza, Benito Pérez Galdós.

1.
Decía el viejo Sartre a Madeleine Gobeil y Claude Lanzmann en una entrevista para Radio Canadá en los 60, que un intelectual se definía por su fidelidad a un conjunto político y social que no dejaba de confrontar. Pensemos en Benito Pérez Galdós como una figura que desprende su labor como escritor de artificios para encajarse en la tierra de su patria y hacer un diagnóstico de lo que hay y lo que se perdió. Compromete su juicio ético y estético en lo que fueran Los Episodios Nacionales para hacer frente a la situación de su país al borde de una crisis que se sostenía de las divisiones políticas que propiciaron acontecimientos como la búsqueda de un monarca extranjero (Amadeo de la Saboya, 1971), el estallido de la segunda guerra carlista (1872), y la formación de la primera república (1873).

Lo primero que rescato de su obra es –obviamente- la influencia de las dos grandes corrientes francesas, como las figuras cargadas del estilo de Balzac que modela en Marianela o Doña Perfecta, donde compone una serie de juegos sentimentales que terminan siempre mal, y se desarrollan partiendo de una visión muy opaca en sus personajes enfermos, deformes, ambiciosos, traicioneros y de conciencias disparatadas.

En sus Observaciones sobre la novela contemporánea habla de su obra como una gran revolución en los campos de la literatura española[1]. Parte de la premisa de la reflexión de su entorno, como un intelectual sartreano, sacando a la luz las causas que relegan a su país de la modernidad alcanzada por la Europa del siglo XIX. Podemos, además, pensar a Galdós como ese autor relativamente autónomo, en términos de Bordieu,  que aunque está subordinado al campo de poder[2] es conciente de formar parte de ese campo y aprovecharse de ello; sólo una persona de su posición política, pudo ser capaz de confrontar la situación de su país y escribir 45 novelas sobre su historia para generar un sentido de identidad en el pueblo.

2. Trafalgar
Me interesa la primera parte de los episodios nacionales que inicia con Trafalgar, de ésta me ocupo. Relata la batalla naval de 1805 entre la Marina Real Inglesa y la alianza España-Francia, que a partir de aquí va generando una serie de acontecimientos desfavorables para los primeros, y con ésto el descubrimiento del verdadero enemigo. Elige el siglo XIX precisamente para no invalidar acontecimientos y referenciar las modificaciones que han echado al agujero a su país; gracias a la proximidad histórica, el autor tiene la facilidad de echar mano de testimonios orales. La vida social, individual y la historia convergen aquí como único relato que es armado por los sucesos que, en el pasado, unificaron al pueblo español para llevarlo a la libertad. Hay tres recursos que se distinguen:

2.1
Fusión de los planos histórico y ficticio: Si partimos de un principio de verosimilitud donde sujetamos la realidad a las percepciones sensoriales para decir que algo pasó o no, entonces encontramos que la narrativa de Galdós es realista, pero se funda no sólo en la imitación de esa realidad, sino también en su creación. No quiero proponer una diferencia del plano histórico y el plano ficticio, no es que existan acontecimientos reales en la novela y otros irreales, es que el autor se vale de aspectos históricos que conjuga con otros para envolverlo todo en la forma de una novela (ficción). Para muestra, la escena del inicio de la batalla:

El Nepomuceno vino a quedar al extremo de la línea. Rompiese el fuego entre el Santa Ana y Royal Sovereign, y sucesivamente, todos los navíos fueron entrando en el combate. Cinco navíos ingleses de la división de Collingwood se dirigieron contra el San Juan; pero dos de ellos siguieron adelante y Churruca no tuvo más que hacer frente a fuerzas triples.[3]

2.2
Relación personaje histórico-personaje ficticio: Aquí tal vez se puede hacer algo, y me guardo la afirmación porque en todo caso lo que nos comprueba  si alguien existió o no, es la historia. El primer personaje de la novela, el narrador, Gabriel de Araceli, no aparece en otro documento que pruebe su existencia, sin embargo, para el texto es acaso el personaje más relevante porque nos da a conocer de primera mano la disposición de la batalla. Galdós lo describe hablando en primera persona, como tratándose de un despliegue del propio actor al texto:

Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era antes, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez sino desde la edad de los seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que oí hablar entonces: El combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797.[4]

Los otros personajes son el Brigadier Churruca, al mando del San Juan Nepomuceno; Villeneuve timon del Bucentaure, quien se encargaba de mandar a la unión de Franceses y Españoles; y Horatio Nelson, vencedor al mando de la Marina Real Inglesa. De todos ellos se sabe mucho; aunque sean personajes reales, sus hazañas no dejan de ser una narración:

Ante el cadáver del malogrado Churraca, los ingleses, que le conocían por la fama de su valor y entendimiento, mostraron gran pena, y uno de ellos dijo esto o cosa parecida: “Varones ilustres como éste no debieran de estar expuestos a los azares de un combate, y sí conservarlos para los progresos de la ciencia de la navegación”[5]


3. Función didáctica
La historia es simple: Gabriel es huérfano y es recogido por un marinero, Don Alonso; éste tiene una hija, Rosita, el primer amor de Gabriel. Cuando la batalla se acerca, Don Alonso y Gabriel se enlistan en Cádiz, y después se describen las tensiones previas –junto con los temores de los españoles- a la batalla que finalmente pierden por unirse a los franceses. Rosita se casa con otro hombre y Gabriel se va a Madrid. Entendemos que estos juegos retóricos tienen un objetivo; esta mezcla de historia y ficción buscan crear una conciencia de respeto primero a los héroes emblemáticos que se convierten en banderas, después al pueblo mismo. Ahondó en los mecanismos de una sociedad del siglo pasado para ver qué había estado mal; pero lo más importante fue narrar las derrotas, como si perdiendo también se ganara, y esto es lo que procura en su trabajo: encontrar un antídoto que salve el presente de una España ajada; promueve, por ejemplo, la renuncia al determinismo desde el fondo de su personaje Gabriel, incitando al cambio de vida que permite tomar conciencia de un destino propio, a que el estado de las cosas no está supeditado por nada y el futuro es canjeable.


4. Conclusión
La razón de la renuncia de Galdós al realismo que sus coetáneos heredaron de los franceses, un realismo de novelitas de folletín, no es otra que la convicción de crear un realismo puramente español, que narrara las entrañas de la problemática de un país, de retratar fielmente la situación de su gente y la disposición infranqueable de sus muertos, vueltos héroes. Aboga por una conciencia de autonomía hasta en la lengua y en lo que ésta es capaz de plasmar, como en la frase de la novela Zaragoza, en donde narra los heroicos sitios que hicieron los españoles contra los franceses a principios del siglo XIX. Lo que demuestra el autor, es que la literatura de su país, fuera de ser una mera imitación de los modelos extranjeros, se puede poner frente a las otras literaturas y demostrar que la historia del pasado español está vigente: La comparación del ayer y hoy, lo que tenemos y perdimos, para llegar a mañana. Un diagnóstico que guarda esperanza, a pesar de las derrotas, para consolidar a los españoles a través de una serie de novelas donde el personaje principal es su sociedad.



[1] Sobre esto hay un ensayo de Gustavo Correa, titulado “Pérez Galdós y su concepción del novelar” publicado por Yale University Press, y que es posible consultar en Cervantes Virtual.
[2] BOURDIEU, Pierre, Las reglas del arte, Anagrama, Barcelona, 1997, p.320.
[3] PÉREZ GALDÒS, Benito, Trafalgar, Editorial Porrúa, México, 1982, p. 60
[4] Idem., p. 6.
[5] Idem., p. 63

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