Formas antinómicas en El Zarco
En
la literatura mexicana del siglo XIX resaltan algunas cuestiones históricas, tales
como las invasiones francesas, la monarquía de Maximiliano de Habsburgo y, a la
caída de éste, la República Restaurada, esta última forma parte del contexto
histórico de la novela El Zarco, creada
entre 1886 y 1888, y publicada hasta 1901, del escritor guerrerense
Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893).
La
literatura romántica, en Hispanoamérica, es considerada «la expresión auténtica
de nuestra nacionalidad».
Los escritores mexicanos de la época buscan, al igual que el resto de los creadores
hispanoamericanos, una literatura que muestre la realidad y que se aparte de
las literaturas extranjeras.
Considerando
la cuestión anterior, el creador de novelas como Clemencia (1869), La navidad
en las montañas (1871), y El Zarco, entre otras obras, forma parte de los
escritores románticos, pero, para Antonio Acevedo Escobedo, en Historia de la literatura Hispanoamericana, Altamirano es el iniciador de la novela moderna
mexicana. En
las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero
con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional; por
tanto, es una combinación entre la literatura romántica que se desarrolla en Hispanoamérica,
y la novela moderna que crea Altamirano.
"En las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional."
La
estética que emplea nuestro escritor guerrerense funciona de tal modo, que al
leer la novela El Zarco, sólo observamos
una historia de amor irrealizable pero que al final se cumple entre los buenos
de la historia, pero, tras esa estética y forma de narrar los hechos,
encontramos una función dualista que va de la mano de ese relato de amor. Tras
la naturaleza y el análisis de cada personaje está una funcionalidad nacional.
La
novela tiene el objetivo de narrar lo que en el país sucede, la funcionalidad
política se encuentra rodeada de una historia de amor formada por un
maniqueísmo, el cual no podría ser otro más que el bien y el mal: Nicolás y el
Zarco, respectivamente. Dentro de esta dualidad se rescata el término
indianismo, el cual, para Benito Varela Jácome es «un macrocosmos funcional
idealizante, ambientado en espacios geográficos de exultante naturaleza, con el
color local de las costumbres y los mitos indígenas». De
este modo hay una relación entre el término indianista lo que Francisco Xavier
Clavijero (1731-1787) hizo en la Historia antigua de México, donde hay un rechazo a las investigaciones de Mr. Paw y
el Conde de Buffon, plasmando una defensa a favor de los indígenas.
Autor frente a personaje
Muchas
veces hemos escuchado la historia del niño indígena llamado Benito Juárez que, a pesar de ser de una etnia zapoteca,
siendo adulto llegó a ser presidente de México. Pues bien, Ignacio Manuel
Altamirano no se queda atrás, ya que hasta el año de 1849 logra ingresar a una
escuela gracias a «una beca que el gobierno del Estado había instituido para
los jóvenes indios ‘inteligentes y distinguidos’.»
Altamirano es hijo de indios puros, en ese tenor, se encuentra una
yuxtaposición entre autor y personaje.
Altamirano, para María del Carmen
Millán, fue un ser con su «orgullo herido por la indiferencia de mujeres
calculadoras, frívolas, ligeras, incapaces de ver un poco más allá de la
apariencia opaca de un joven indígena tímido» y,
recalcando que la novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la
realidad, a través de Nicolás se refleja la vida del autor, dando más
autenticidad al relato.
"La novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la realidad."
Nicolás
es un indígena enamorado de su opuesto, Manuela, la cual lo rechaza añadiendo
que «estoy decidida, no me casaré nunca con ese indio horrible, la
actitud del personaje es la misma que toman las mujeres al rechazar a
Altamirano, asimismo, se nota que la descripción de la joven es equivalente a
la de las mujeres en la vida del autor; altivas y superficiales:
Tomó
su linterna, y levantándose así adornada como estaba con su anillo, pulseras y
aretes, se dirigió a la orilla del remanso, y allí se inclinó, alumbrándose con
la linterna el rostro, procurando sonreír, y sin embargo, presentando en todas
sus facciones una especie de dureza alterna que es como el reflejo de la
codicia y de la vanidad, y que sería capaz de afear el rostro ideal de un
ángel.
Cabe
mencionar que la personalidad de Manuela es importante, asimismo, también
destaca el físico de esta mujer: es de tez blanca; la equivalencia del Zarco y lo opuesto a lo
heroico, que en este caso es Nicolás.
Dicotomía. Civilización y barbarie
El
indio, en la novela de corte indianista, es un ser virtuoso, asimismo, la
naturaleza propia del lugar resulta perfecta, en ese sentido, como ya fue
asentado con anterioridad, lo que Ignacio Manuel Altamirano pretende es el
rescate de la raza. Clavijero sólo busca refutar las ideas del Conde de Buffon,
plasmadas en su Historia Natural y
las de Mr. Paw, las cuales expresan que:
Mr. De Paw […] si en los animales notó la falta
de cola, en los hombres censuró la falta de pelo. Si en los animales encontró
notables deformidades, en los hombres vitupera el color, y las facciones. Afirma
de los hombres que son debilísimos, y que están espuestos a mil dolencias,
ocasionadas por la corrupción de aquel aire, y por la exalaciones pestilentes
de aquel terreno.
En
estas disertaciones la tierra termina siendo maligna y los animales también, e
incluso algunos cuadrúpedos que son traídos del Antiguo mundo no se adaptan al
ambiente malsano de América, asimismo, si la tierra es mala, el hombre también
será catalogado como execrable: «Entre ellos abundan los imperfectos, o porque
tienen los cuerpos irregulares, y monstruosos a causa de su pequeñez, o porque
pierden la razón, el habla o la vista, o porque les falta algún miembro». En
El Zarco, se da lo antagónico.
Por
un lado está el Zarco, hombre que «no tenía mala figura: su color blanco
impuro, sus ojos de ese color azul […] sus cabellos de un rubio pálido y su
cuerpo esbelto y riguroso»,
unido a éste se encuentra Manuela, «blanca […], de ojos oscuros y vivaces […],
tenía algo de soberbio y desdeñoso»;
Nicolás «era un joven trigueño, con el tipo indígena bien marcado, pero de
cuerpo alto y esbelto, de formas hercúleas»,
asimismo, Pilar «era morena, con ese tono suave y delicado de las criollas que
se alejan del tipo español».
En
estas dualidades se encuentra un propósito extraliterario. Por un lado está eso
que ya ha sido mencionado, mostrar el indio virtuoso, idealizado, ya que, en
algún momento de la historia, Nicolás afirma que «yo, aunque humilde, aunque
obrero rudo, aunque indio sin educación, puedo asegurar a usted que no soy
vulgar […]. De padres a hijos, en mi familia india, nos hemos transmitido las
ideas de honradez».
La dicotomía entre civilización-barbarie radica en ese hecho; el indio es el
ser en el que las ideas liberales de Altamirano se plasman, el Zarco, hombre
blanco y ojo claro es el lado bárbaro, encabeza todo el mal de la población.
En
ese tenor, es importante mencionar que el territorio también juega un papel
importante dentro de los símbolos del bien y el mal. La novela comienza con el
capítulo titulado Yautepec. Este
poblado encarna un lugar utópico en el que el mexicano es el hombre por
excelencia, su funcionalidad va de la mano con el carácter de Nicolás, así como
éste representa al hombre trabajador. Yautepec
es el pueblo de los honrados.
Xochimancas
es mencionada por el escritor
como una hacienda arruinada, la cual tiene todo lo necesario para prosperar, ya
que es «una finca con buenos terrenos propios para el cultivo […], con
abundantes aguas, un clima ardoroso […]. Xochimancas.– Etimología: Xochimanca,
lugar de cuidadores y productores de flores». A pesar de que el lugar tiene todo lo
necesario para prosperar, no es posible que esto suceda porque está poseído por
los bandidos, los cuales son lo opuesto de una comunidad trabajadora, resulta
un orbe irreconocible.
Altamirano
delinea los dos mundos; Yautepec es
el lugar en el que se encuentra una sociedad que utiliza como punto central el
trabajo, el amor no se da con pasión, sólo se admite la unión en matrimonio; el
indio sólo puede contraer matrimonio con Pilar, porque ambos son puros, forman
parte de una raza en común y ambos están a favor del orden, mientas que el
Zarco y Manuela sólo poseen un amor desenfrenado, igual que sus principios y
sus ideas. Los primeros se desposan, los segundos mueren; el bandido es
ahorcado por la justicia y la amante muere. Son condenados por estar fuera de
la ley.
El
dualismo moral y político está allí, diferenciados por las relaciones entre los
personajes. No sólo, como ya fue mencionado, se sabe que Altamirano representa
las realidades desde el subjetivismo de las relaciones, sino también en la
tradición del indio que es incorruptible, que sólo sigue sus tradiciones.
Nicolás hace ver que el ejército comete errores, también Martín Sánchez
Chagollán
toma por su cuenta a la justicia.
Chagollán
juega también un papel importante ya que es el prototipo de forjador de la
nación; toma acción por su cuenta, lucha contra los plateados, busca un bien
social, y lo más interesante es que era «moreno y con el tipo de indio puro».
Altamirano no ve en la novela un pasatiempo, tal parece, sino que «es necesario
apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ella el hecho histórico, el
estudio moral, y la doctrina política», por
ello, recordemos que forma parte de los escritores románticos y, de acuerdo a
la técnica empleada, toma un toque modernista.
Benito
Juárez tiene un capítulo completo, y está a la par del indio Martín Sánchez,
ambos proceden de un mismo punto, y ambos van tras un mismo objetivo, «eran la
ley de la salud pública armando a la honradez con el rayo de la muerte». El
conocimiento de la historia es indispensable para tener una base de conciencia
social, es por ello que El Zarco se
desarrolla en 1861, a finales de la
Guerra de Reforma, cuando el país sufría una serie de desajustes.
Si
bien la novela muestra de forma clara las ideas liberales y de progreso de
Ignacio Manuel Altamirano, el arquetipo de nación que tiene nuestro escritor
sólo queda en utopía. Benito Juárez muere en 1872, en 1876 se da la Revolución
de Yauxtepec, la cual da cabida al Porfiriato y, con éste, todas las ideas
modernas y positivistas traídas de Francia. La burguesía gana.
Dalia Karina Gutiérrez Trejo
9no Semestre T.M.
BIBLIOGRAFÍA
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