Adolf Wölfi

Adolf Wölfi
Pintura perteneciente a Adolf Wölfi

martes, 29 de noviembre de 2016

A vos te falta Malvinas




A vos te falta Malvinas


Señales de identidad en el relato testimonial de la guerra de Malvinas. 
1982-2005

Graciela Mantiñan



La investigación fue realizada en la Maestría de Literaturas Española y Latinoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, República Argentina. Su defensa tuvo lugar el 1ro. de julio de 2015.


La tesis estudia determinadas obras que reúnen testimonios de exconscriptos partícipes de la guerra del 82, focalizándose en su narrativa. Indaga la vinculación de sus discursos con diferentes capítulos de la literatura argentina y establece ciertos nexos con el relato testimonial de excombatientes ingleses.

En el siguiente enlace pueden acceder a la tesis de Graciela Mantiñan: 


sábado, 26 de noviembre de 2016

FEDERICO: LA VOZ DE LOS MARGINADOS



FEDERICO: LA VOZ DE LOS MARGINADOS



A lo largo de la historia humana, cientos de culturas han sufrido penurias y persecuciones en diversas regiones del mundo. No obstante, dentro de la cultura occidental, tres son los grupos que destacan: judíos, negros y gitanos.
El pueblo gitano es la mayor minoría ética en Europa. Proveniente de la India, actualmente se encuentran en casi todos los países del viejo continente, incluso Luxemburgo, el país más rico y pequeño de la Unión. La palabra gitano es una transformación del término “egiptano” debido a que cuando este grupo llegó a Europa, la población pensaba que provenían de Egipto. Los gitanos se distinguen por ser nómadas y vestir de una manera particular y llamativa. En España se estima que la llegada de los gitanos aconteció durante la primera mitad del siglo XV; vivieron en paz durante un tiempo pero con el ascenso al trono de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, con su plan de homogeneidad hispánica en todas las regiones, las autoridades sentenciaron a esclavizar a aquellos gitanos que no adquirieran una vida sedentaria, oficio y costumbres españolas. En 1594 las Cortes de Castillas emitieron un edicto en el que se pretendía separar a los gitanos de las gitanas y así erradicar su raza, además en 1633 se les negó la condición española y actualmente, en el reglamento de la Guardia Civil se aconseja observar y vigilar con mayor precaución a la población gitana.


Federico García Lorca, éste granadino, perteneciente a uno de los grupos más fecundos de la literatura peninsular de la Generación del 27,  nació el 5 de junio de 1898 dentro de una familia acomodada, lo que, con el apoyo de sus padres, Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero, posibilitó que desde una edad temprana atendiera a su vocación: la escritura. García Lorca es conocido internacionalmente por su repertorio en el que destacan las obras teatrales: Yerma, Bodas de Sangre, La casa de Bernarda Alba, entre otras. Durante los años que visitó Estados Unidos, escribió Poeta en Nueva York, donde plasmó su identificación con el pueblo afroamericano y la discriminación que sufren en esta región.
 Sin embargo, este ensayo se enfoca en aquella obra que lo consagraría como un genio de la poesía, que le daría un sitio al lado de Luis de Góngora como los únicos en poseer un don especial para la metáfora, y le otorgaría al romance un nivel literario.
Romancero Gitano es la culminación de la fase andaluza de la obra poética lorquiana. En ella encontramos la plenitud de su expresión poética, es un canto a Andalucía, a lo gitano: lo más raro y verdadero. Compuesta de dieciocho romances y tres más históricos, esta obra le concede al romance popular (versos asonante de ocho sílabas)  una renovada vitalidad entre el equilibrio pleno de lo popular y lo culto, ése es el mayor mérito del autor. En el romancero sus protagonistas se ven arrastrados por una eterna pesadilla, donde la figura gitana es la principal, en el que se proclaman las maneras de ser gitano. Éste es un retrato de las penas que el pueblo gitano padece desde tiempos de los reyes católicos.


Dentro de la obra figura una serie de características que lo hace ser perfecto. El realismo se hace presente en el aquí y el ahora que poseen los romances. Estos son la recreación de simples hechos; una venganza, un gitano apuñalado, la soledad, la tristeza. Existe además la participación de los elementos naturales en congojas humanas,  un reflejo de los sentimientos o la personificación de ellos: “Niñas, deja que levante/ tus vestido para verte. / Abre en mis dedos antiguos/ la rosa azul de tu vientre. […] ¡Preciosa, corre, Preciosa, / que te coge el viento verde! / ¡Preciosa, corre, Preciosa! / ¡Míralo por donde viene! / Sátiro de estrellas bajas/ con sus lenguas relucientes.”[1] En este el viento es una ser con deseos y acciones propias que afectan a la niña.
Los romances abrazan un simbolismo en el que los objetos o seres retratan situaciones, anhelos o estados de ánimo: así la luna es la encarnación máxima del maleficio de amor, la mayoría de las veces, una luna llena, igual a la de los puntos sobre la íes de su nombre al firmar: “[…] Huye luna, luna, luna. / Si vinieran los gitanos, / harían con tu corazón/ collares y anillos blancos. / Niño, déjame que baile. / Cuando vengan los gitanos, / te encontrarán sobre el yunque/ con los ojillos cerrados. […]”[2] ; el limón, la amargura del amor y la naranja el emblema del amor y la felicidad. Fantasía creadora jamás igualada  en la poesía española. Más símbolos presentes son: el pájaro, el romero, el trébol, la verbena, la hierba, la avellana, los olivos, los manzanos, los claveles.


La fama llegaría al autor luego de la publicación del Romancero Gitano en la Revista de Occidente de 1928. Él tardaría tres años en lograrlo, de 1924 al 1927. El éxito obtenido lo haría infeliz, García Lorca creía que el mensaje de su trabajo había sido mal interpretado, él no quería que la literatura se popularizara sino que intentaba elevar una parte de la cultura popular a lo literario. Lo logró, más tarde consideraría a ésta como la única sin defecto. 

Alba V. González Rodríguez
9no Semestre (T.M.)



[1]GARCÍA LORCA, Federico, Preciosa y el aire en Romancero Gitano. Revista de Occ. Madrid, 1928.
[2] GARCÍA LORCA, Federico, Romance de la luna, luna. Op. Cit. 





lunes, 21 de noviembre de 2016

El mundo alucinante: Una novela de aventuras


El mundo alucinante: 

Una novela de aventuras. Reinaldo Arenas



Ratas aconsejando la huida, monjes confundidos con el diablo, una judía encarcelando cual ave a aquellos de los que se enamora, reyes que organizan festivales mitad orgía, mitad Divina Comedia. Un monje que recorre el mundo haciendo turismo carcelario, escapando de cuantas torres, cadenas, fosos, castillos y jaulas pretenden encerrarle. En resumen, las pinturas del Bosco convertidas en literatura, una novela de aventuras, una premonición de la vida del autor y una sátira a los discursos del Che. 
El mundo alucinante nos presenta la vida de fray Servando Teresa de Mier, no como los libros de historia, minuciosos y precisos, nos lo podrían presentar, sino tal como fue o como pudo haber sido, es decir, como sólo a través de una novela lo podríamos conocer. El 12 de diciembre de 1794, Fray Servando presentó ante las máximas autoridades de la Nueva España un discurso que lo catapultaría a la historia y lo condenaría a ir de cárcel en cárcel. El discurso -inspirado por la obra de Carlos Singuenza y Góngora, Fénix de Occidente- afirmaba que el culto a la Virgen de Guadalupe era más antiguo a la llegada de los españoles pues Santo Tomás, conocido por el nombre de Quetzalcóatl entre los indígenas, había venido al Nuevo Mundo a predicar la palabra de Dios.


Los conquistadores, al realizar la invasión, se habían escudado tras el pretexto de la difusión de la verdadera fe, por ello, afirmar que los indígenas ya tenían conocimiento de ésta, era deslegitimizar el poder de España, la validez y relevancia religiosa de la conquista y declararse simpatizante y alentador del movimiento criollo de independencia. De ahí los múltiples intentos de quemar al monje y la persecución que se desató contra él. A partir de este hecho histórico y de la lectura de las Memorias del fraile, Reinaldo Arenas recrea su vida plasmándola como una aventura surrealista llena de ironía y sátira, convirtiéndola en una crítica al gobierno ideal para morir de risa y reflexionar nuestra sociedad.


Para poderse publicar, esta novela cruzó los mares burlando el gobierno de Fidel Castro, al final la novela convirtió la vida del autor en una vida análoga a la de su personaje. Ahora, autor y personaje juegan a ser el mismo invitándonos a huir también, ya sea saltando de azotea en azotea, volando sobre los Pirineos, visitando brujas, sinagogas  o monasterios. Nademos en ríos de cristal. Recorramos Europa. Sumerjámonos en El mundo alucinante y escapemos de este castillo entramado de jaulas. 

Alejandra Montelongo
9no Semestre (T.V.)

domingo, 13 de noviembre de 2016

Formas antinómicas en El Zarco



Formas antinómicas en El Zarco




En la literatura mexicana del siglo XIX  resaltan algunas cuestiones históricas, tales como las invasiones francesas, la monarquía de Maximiliano de Habsburgo y, a la caída de éste, la República Restaurada, esta última forma parte del contexto histórico de la novela El Zarco, creada entre 1886 y 1888, y publicada hasta 1901, del escritor guerrerense[1] Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893).
La literatura romántica, en Hispanoamérica, es considerada «la expresión auténtica de nuestra nacionalidad»[2]. Los escritores mexicanos de la época buscan, al igual que el resto de los creadores hispanoamericanos, una literatura que muestre la realidad y que se aparte de las literaturas extranjeras.
Considerando la cuestión anterior, el creador de novelas como Clemencia (1869), La navidad en las montañas (1871), y El Zarco,  entre otras obras, forma parte de los escritores románticos, pero, para Antonio Acevedo Escobedo, en Historia de la literatura Hispanoamericana, Altamirano es el iniciador de la novela moderna mexicana[3]. En las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional; por tanto, es una combinación entre la literatura romántica que se desarrolla en Hispanoamérica, y la novela moderna que crea Altamirano.

"En las obras de nuestro autor se encuentra un desasosiego por la estética, pero con la idea de integrar en la literatura una conciencia social y nacional."

La estética que emplea nuestro escritor guerrerense funciona de tal modo, que al leer la novela El Zarco, sólo observamos una historia de amor irrealizable pero que al final se cumple entre los buenos de la historia, pero, tras esa estética y forma de narrar los hechos, encontramos una función dualista que va de la mano de ese relato de amor. Tras la naturaleza y el análisis de cada personaje está una funcionalidad nacional.
La novela tiene el objetivo de narrar lo que en el país sucede, la funcionalidad política se encuentra rodeada de una historia de amor formada por un maniqueísmo, el cual no podría ser otro más que el bien y el mal: Nicolás y el Zarco, respectivamente. Dentro de esta dualidad se rescata el término indianismo, el cual, para Benito Varela Jácome es «un macrocosmos funcional idealizante, ambientado en espacios geográficos de exultante naturaleza, con el color local de las costumbres y los mitos indígenas».[4] De este modo hay una relación entre el término indianista lo que Francisco Xavier Clavijero (1731-1787) hizo en la  Historia antigua de México,  donde hay  un rechazo a las investigaciones de Mr. Paw y el Conde de Buffon, plasmando una defensa a favor de los indígenas.

Autor frente a personaje
Muchas veces hemos escuchado la historia del niño indígena llamado Benito Juárez  que, a pesar de ser de una etnia zapoteca, siendo adulto llegó a ser presidente de México. Pues bien, Ignacio Manuel Altamirano no se queda atrás, ya que hasta el año de 1849 logra ingresar a una escuela gracias a «una beca que el gobierno del Estado había instituido para los jóvenes indios ‘inteligentes y distinguidos’.»[5] Altamirano es hijo de indios puros, en ese tenor, se encuentra una yuxtaposición entre autor y personaje.
            Altamirano, para María del Carmen Millán, fue un ser con su «orgullo herido por la indiferencia de mujeres calculadoras, frívolas, ligeras, incapaces de ver un poco más allá de la apariencia opaca de un joven indígena tímido»[6] y, recalcando que la novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la realidad, a través de Nicolás se refleja la vida del autor, dando más autenticidad al relato.

"La novela no es una biografía, pero sí una forma de mostrar la realidad."

Nicolás es un indígena enamorado de su opuesto, Manuela, la cual lo rechaza añadiendo que «estoy decidida, no me casaré nunca con ese indio horrible»[7], la actitud del personaje es la misma que toman las mujeres al rechazar a Altamirano, asimismo, se nota que la descripción de la joven es equivalente a la de las mujeres en la vida del autor; altivas y superficiales:

Tomó su linterna, y levantándose así adornada como estaba con su anillo, pulseras y aretes, se dirigió a la orilla del remanso, y allí se inclinó, alumbrándose con la linterna el rostro, procurando sonreír, y sin embargo, presentando en todas sus facciones una especie de dureza alterna que es como el reflejo de la codicia y de la vanidad, y que sería capaz de afear el rostro ideal de un ángel.[8]

Cabe mencionar que la personalidad de Manuela es importante, asimismo, también destaca el físico de esta mujer: es de tez blanca;  la equivalencia del Zarco y lo opuesto a lo heroico, que en este caso es Nicolás.

Dicotomía. Civilización y barbarie
El indio, en la novela de corte indianista, es un ser virtuoso, asimismo, la naturaleza propia del lugar resulta perfecta, en ese sentido, como ya fue asentado con anterioridad, lo que Ignacio Manuel Altamirano pretende es el rescate de la raza. Clavijero sólo busca refutar las ideas del Conde de Buffon, plasmadas en su Historia Natural[9] y las de Mr. Paw, las cuales expresan que:

Mr. De Paw […] si en los animales notó la falta de cola, en los hombres censuró la falta de pelo. Si en los animales encontró notables deformidades, en los hombres vitupera el color, y las facciones. Afirma de los hombres que son debilísimos, y que están espuestos a mil dolencias, ocasionadas por la corrupción de aquel aire, y por la exalaciones pestilentes de aquel terreno. [10]
En estas disertaciones la tierra termina siendo maligna y los animales también, e incluso algunos cuadrúpedos que son traídos del Antiguo mundo no se adaptan al ambiente malsano de América, asimismo, si la tierra es mala, el hombre también será catalogado como execrable: «Entre ellos abundan los imperfectos, o porque tienen los cuerpos irregulares, y monstruosos a causa de su pequeñez, o porque pierden la razón, el habla o la vista, o porque les falta algún miembro»[11]. En El Zarco, se da lo antagónico.
Por un lado está el Zarco, hombre que «no tenía mala figura: su color blanco impuro, sus ojos de ese color azul […] sus cabellos de un rubio pálido y su cuerpo esbelto y riguroso»[12], unido a éste se encuentra Manuela, «blanca […], de ojos oscuros y vivaces […], tenía algo de soberbio y desdeñoso»[13]; Nicolás «era un joven trigueño, con el tipo indígena bien marcado, pero de cuerpo alto y esbelto, de formas hercúleas»[14], asimismo, Pilar «era morena, con ese tono suave y delicado de las criollas que se alejan del tipo español».[15]
En estas dualidades se encuentra un propósito extraliterario. Por un lado está eso que ya ha sido mencionado, mostrar el indio virtuoso, idealizado, ya que, en algún momento de la historia, Nicolás afirma que «yo, aunque humilde, aunque obrero rudo, aunque indio sin educación, puedo asegurar a usted que no soy vulgar […]. De padres a hijos, en mi familia india, nos hemos transmitido las ideas de honradez»[16]. La dicotomía entre civilización-barbarie radica en ese hecho; el indio es el ser en el que las ideas liberales de Altamirano se plasman, el Zarco, hombre blanco y ojo claro es el lado bárbaro, encabeza todo el mal de la población.
En ese tenor, es importante mencionar que el territorio también juega un papel importante dentro de los símbolos del bien y el mal. La novela comienza con el capítulo titulado Yautepec. Este poblado encarna un lugar utópico en el que el mexicano es el hombre por excelencia, su funcionalidad va de la mano con el carácter de Nicolás, así como éste representa al hombre trabajador. Yautepec es el pueblo de los honrados.  
Xochimancas es mencionada por el escritor[17] como una hacienda arruinada, la cual tiene todo lo necesario para prosperar, ya que es «una finca con buenos terrenos propios para el cultivo […], con abundantes aguas, un clima ardoroso […]. Xochimancas.– Etimología: Xochimanca, lugar de cuidadores y productores de flores». [18]  A pesar de que el lugar tiene todo lo necesario para prosperar, no es posible que esto suceda porque está poseído por los bandidos, los cuales son lo opuesto de una comunidad trabajadora, resulta un orbe irreconocible.



Altamirano delinea los dos mundos; Yautepec es el lugar en el que se encuentra una sociedad que utiliza como punto central el trabajo, el amor no se da con pasión, sólo se admite la unión en matrimonio; el indio sólo puede contraer matrimonio con Pilar, porque ambos son puros, forman parte de una raza en común y ambos están a favor del orden, mientas que el Zarco y Manuela sólo poseen un amor desenfrenado, igual que sus principios y sus ideas. Los primeros se desposan, los segundos mueren; el bandido es ahorcado por la justicia y la amante muere. Son condenados por estar fuera de la ley.
El dualismo moral y político está allí, diferenciados por las relaciones entre los personajes. No sólo, como ya fue mencionado, se sabe que Altamirano representa las realidades desde el subjetivismo de las relaciones, sino también en la tradición del indio que es incorruptible, que sólo sigue sus tradiciones. Nicolás hace ver que el ejército comete errores, también Martín Sánchez Chagollán[19] toma por su cuenta a la justicia.
Chagollán juega también un papel importante ya que es el prototipo de forjador de la nación; toma acción por su cuenta, lucha contra los plateados, busca un bien social, y lo más interesante es que era «moreno y con el tipo de indio puro».[20] Altamirano no ve en la novela un pasatiempo, tal parece, sino que «es necesario apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ella el hecho histórico, el estudio moral, y la doctrina política»[21], por ello, recordemos que forma parte de los escritores románticos y, de acuerdo a la técnica empleada, toma un toque modernista.
Benito Juárez tiene un capítulo completo, y está a la par del indio Martín Sánchez, ambos proceden de un mismo punto, y ambos van tras un mismo objetivo, «eran la ley de la salud pública armando a la honradez con el rayo de la muerte».[22] El conocimiento de la historia es indispensable para tener una base de conciencia social, es por ello que El Zarco se desarrolla en 1861, a finales de la Guerra de Reforma, cuando el país sufría una serie de desajustes.
Si bien la novela muestra de forma clara las ideas liberales y de progreso de Ignacio Manuel Altamirano, el arquetipo de nación que tiene nuestro escritor sólo queda en utopía. Benito Juárez muere en 1872, en 1876 se da la Revolución de Yauxtepec, la cual da cabida al Porfiriato y, con éste, todas las ideas modernas y positivistas traídas de Francia. La burguesía gana.


Dalia Karina Gutiérrez Trejo
9no Semestre T.M.


BIBLIOGRAFÍA

ALTAMRANO, Ignacio Manuel, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1966, p. p. 90.
ARGUEDAS, Ledda, Historia de la literatura Hispanoamérica, Cátedra, Madrid, cuarta edición, 2008,
CLAVIJERO, Francisco Xavier, Historia antigua de México, Secretaría de Cultura Puebla, Puebla, Facsimilar de la edición de Ackermann de 1826, p. p. 507.
DABOVE, Juan Pablo, Susan Hallstead, Pasiones fatales: consumo, bandidaje y género en El Zarco, Contracorriente, revista de historia social y literaria de América Latina, vol. 7, 2009, p. p. 20.
HENRIQUEZ Ureña, Pedro, Las corrientes literarias en la América Hispánica, Fondo de Cultura Económica, México, tercera reimpresión, 2001, p. p. 301.
OTÁLORA Rojas, Jorge Enrique, Clemencia y El Zarco: la mirada dual de Altamirano, Universidad Nacional de Colombia, p. 19.
 VARELA Jácome, Benito, Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX, p. p. 84.



[1]  Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra,  Madrid, cuarta edición, 2008, p. 193.
[2] Pedro Enríquez Ureña, Las corrientes literarias en la américa hispánica, Fondo de Cultura Económica, México, tercera reimpresión p. 124.
[3] Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra,  Madrid, cuarta edición, 2008, p. 195.
[4] Benito Varela Jácome, Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX, p. 8.
[5]  Ledda, Arguedas, Historia de la literatura hispanoamericana, Cátedra, Madrid, cuarta edición, 2008, p. 193.
[6] En introducción a El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano, p. XIV.
[7] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1977, p. 9.
[8] Ibid. p. 22.
[9] Francisco Xavier Clavijero, Historia antigua de México, Secretaría de Cultura Puebla, Puebla, Facsimilar de la edición de Ackermann de 1826,  p. 209.
[10] Ibid. p. 314.
[11] Ibid. p. 315.
[12] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1977, p. 25.
[13] Ibid. p. p. 5 y 6.
[14] Ibid. p. 11.
[15] Ibid. p. 6.
[16] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, México, séptima edición, 1966,  p. 52.
[17] Es muy interesante que, dentro de la técnica que maneja Altamirano, se encuentre la de hablarle al lector en primera persona, ya que esto hace que la historia sea más verosímil; parece que le dice a un espectador que de verdad tiene que creer lo que está pasando en México.
[18] Ibid. p. 61.
[19] Dentro de la novela, al igual que Nicolás, también es antagónico del Zarco.
[20] Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, Porrúa, Mécivo, séptima edición, 1966,  p. 86.
[21] En introducción a El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano,  p. X
[22] Ibid. p. 86.